CAPÍTULO 81

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Una sensación de hormigueo en cada parte de su cuerpo junto a la visión nublada, fue lo primero que Mila percibió al comenzar a abrir los ojos. Todo en su cabeza daba vueltas como un tornado y ni siquiera podía distinguir el lugar en el que se encontraba. Lo único reconocible eran las cadenas en las manos y pies.

La oscuridad en aquella húmeda habitación le impedía ver la silueta frente a ella. Sin embargo, no hacía falta la iluminación, sabía de quién se trataba.

La acidez en su estómago se acumuló hasta llegar a la garganta. Sin dudarlo un segundo, se apartó con brusquedad de los brazos del contrario, quien había hecho el intento de acariciarla, y se inclinó para sacar todo el malestar que el frío y los mareos le causaban.

Shh. Todo está bien —escuchó Lyudmila.

Al sentir cómo nuevamente, un par de brazos la rodeaban con ternura, se apartó inmediatamente de un empujón. Y fue entonces, cuando ya podía ver con mayor claridad, que su vista se volvió a nublar; esta vez, por culpa de las lágrimas y su agitada respiración.

—Avecita.

Pero esa palabra ya no tenía efecto alguno.

El ave había reconocido quien era su depredador y ahora planeaba huir de él.

—Avecita.

El rostro apacible de Víctor solo terminó por generar más espasmos en el cuerpo de la joven y con los latidos del corazón acelerados, se limitó a bajar la estoica mirada.

—Avecita. ¿No estás feliz de verme?

A Mila le resultaba perturbante la forma en que Víctor arrastraba las palabras. Aunque a simple vista parecía animado por su presencia, sabía que el hombre disfrutaba del poder que tenía sobre la situación.

Las palabras quedaron atascadas en la garganta de la joven y lo único que pudo hacer fue encogerse en el mismo lugar sin tocar el vómito de tonalidades claras a un costado de ella.

La sonrisa que Víctor había mantenido, se transformó lentamente a una más estirada y pronunciada. Pero no por alegría; tras ella se encontraba la inquietante realidad, dónde quería dejar en claro que la actitud evasiva por parte de Mila no solo lo irritaba, sino que lo desafiaba de una manera desagradable y jamás vista.

Quería que su pequeña ave supiera que al cruzar esa peligrosa línea solo estaba alimentando su necesidad de control y dominio. Acercándose a un lugar mucho más oscuro dónde no tendría reparos en mostrarle la consecuencia de sus acciones.

En un rápido movimiento, con su mano derecha, tomó el rostro de la joven obligándola a que sus ojos se posaran sobre él y poco le importó pisar el líquido que ensució sus botines militares.

Sus ojos.

Sus labios.

Su cabello.

Todo de ella le pertenecía ahora y no permitiría que la arrebataran de su lado.

—Tú sabes que no me gusta repetir lo que digo —la lentitud abrumadora con la que saboreó cada palabra, obligó a Mila a asentir.

Sintiendo cómo el miedo trepaba su espalda con diversión se removió con inquietud. Mila aún no estaba preparada para hablar con el hombre. Con fracaso buscaba una salida o quizás una estrategia que le ayudara a ganar tiempo. Pero nada parecía funcionar con él.

—¿Qué sucede avecita? —con tono burlón, inclinó la cabeza hacia un lado mientras disfrutaba cómo los penetrantes ojos de Mila se centraban en los de él: en esa brillante y oscura mirada—. No me mires cómo si yo fuera el malo.

SorrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora