CAPÍTULO 7

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Maratón: 3/5

Lyudmila se encontraba sentada en una cama matrimonial bastante cómoda, como en la que ella dormía actualmente. Eran las 11:00 de la noche y hacía un gran calor. Por primera vez en mucho tiempo la mansión Wayne permanecía en una rotunda tranquilidad.

— ¿Por qué? —habló el joven. — ¿A qué se debe esto? —dijo mientras agarraba una de las galletas que la chica le había llevado para luego llevársela a la boca. A quien engañaba, las galletas estaban deliciosas. Lo había sorprendido con su habilidad para cocinar.

—Quiero estar bien contigo Damian. —agachó la cabeza y juntó sus manos en su regazo. —Sé que no me conoces y no confías en mí, ya me lo dejaste muy en claro, pero quisiera que lleváramos las cosas en paz. Si no quieres hablarme está bien pero te pido de favor y de la manera más amable que ya no me insultes.

El muchacho miraba a la rubia hablar, prestaba atención a sus palabras y los ademanes que esta hacía. Este dejó salir un suspiro y se acomodó en la cama ya que se encontraba sentado a la par de ella.

—Lo lamento—, la cortó abruptamente.

— ¿Disculpa? —Mila arqueo una ceja en señal de confusión a lo que acababa de escuchar.

El joven suspiró con desesperación. —Qué lo siento ¿sí?... No me suelo rebajar a pedir perdón pero creo que esta vez haré la excepción— agachó levemente su cabeza en son de arrepentimiento. —Sólo esta vez.

—Todos nos equivocamos—Mila le sonrió y puso su mano en el hombro del muchacho. —Sabe, yo conocí a alguien como tú, sólo que era una persona adulta. —Se fugó una leve risilla de sus labios, — él era muy serio y enojado —pausó. —Sin embargo, es la persona más maravillosa que pude llegar a conocer.

El muchacho la observaba detenidamente, los gestos que hacía al hablar, los ademanes, los ojos verdes y las delicadas facciones de la joven. —Tú también me recuerdas a alguien —, le regaló una mirada de frialdad.

— ¿Puedo saber a...

—Mi madre —, sólo se podía notar dolor en la mirada de Damian. —Tus ojos me recuerdan a ella.

Ante esta revelación Mila prefirió no seguir preguntando respecto al tema. No quería desmoronar lo poco que habían comenzado a avanzar.

—No me molesta, —le dijo el joven como si le hubiera leído la mente. —Pero es algo de lo que preferiría no hablar. Además aún no confió en ti. — volvió a su actitud arrogante mientras se cruzaba de brazos.

Lyudmila rió ante esta acción y negó con su cabeza. —No hay problema, sé que no es fácil tener confianza en alguien que acabas de conocer. No te voy a presionar si no quieres contarme, toma todo el tiempo que necesites Damian. Es tú decisión. Pero quiero que sepas que puedes contar conmigo y platicarme de lo que sea. Siempre.

Luego de recalcar la última palabra la joven se levantó de la cama y se dirigió a la puerta. Ya era pasada la media noche y tenía sueño.

—Lyud...

—Sólo Mila, es más fácil. —le contestó la chica mientras volteaba a verlo nuevamente.

—Las galletas, —Damian extendió la caja con algunas galletas que habían sobrado.

—Son para ti. Las hice para ti, espero te hayan gustado.

—Son mis favoritas, — le espetó en lo que metía otra de las galletas en su boca.

—Entonces prepararé más mañana. Descansa Damian, pasa buenas noches.

—Adiós.

Al salir de su habitación se dirigió a la habitación de la par que le pertenecía a ella. Mientras quitaba llave a la puerta unas palabras cruzaron por su mente de la nada "son sus favoritas"; la joven frunció el ceño levemente ante lo que acababa de pensar. Sería posible que Alfred supiera lo que pensaba hacer desde un principio. "No digas estupideces", se dijo así misma. Esta soltó una carcajada pero rápidamente se tapó la boca para no hacer más ruido.

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