CAPÍTULO 49

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Lyudmila terminaba de arreglar su cabello frente al tocador. Deslizó sus manos sobre el vestido verde esmeralda que se ceñía a su esbelta figura. Involuntariamente sonrió. Le agradaba como se veía.

—Te ves hermosa.

La sonrisa de la joven se ensanchó más de la cuenta al reconocer esa voz.

—Tú también te ves bien. Jay.

El joven recorrió con la mirada de pies a cabeza a la Romanov. Tragó grueso, sintiendo su corazón acelerarse y se acercó hasta quedar a un par de centímetros de ella. Llevó su mano derecha al cuello de ésta y lo acarició.

—Hace falta algo, —habló nuevamente el pelinegro—, prometo conseguirte un lindo collar.

Mila se estremeció ante el tacto y soltó una risilla por el cosquilleo que provocó la mano del joven.

—No es necesario, Jay.

—No era pregunta, mocosa.

Esas palabras trajeron consigo un empujón por parte de la Romanov, quien rió ante ello.

A Jason también le causó gracia la reacción de su acompañante, por lo que se vio obligado a regresar el empujón pero de una forma menos brusca.

—Ya dejen de coquetear. La gata rompe hogares está aquí.

Mila y Jason dieron un brinquito al escuchar la voz de Damian, quien se mantenía de brazos cruzados bajo el marco de la puerta.

— ¡Damian! No vuelvas a llamarla así, —protestó la joven con molestia.

Tsk. Como sea.

Damian se alejó de ambos jóvenes y se dirigió al comedor, donde ya estaban presentes los demás de la familia.

Jason soltó un bufido de fastidio. Pero sin esperar a que aquel momento de privacidad que estaba teniendo con Lyudmila se desvaneciera como pólvora, recobró la compostura y extendiendo su brazo dijo:

—Mi hermosa dama. ¿Me haría el gran honor de acompañarme al comedor para deleitarnos con la comida que nuestro estimado Alfred nos ha preparado y posiblemente ver el mundo arder pero sin quemarnos con él?

Mila soltó una sonora carcajada que terminó por contagiar a Jason.

—Sería un gran placer, mi caballero de brillante armadura, —respondió aceptando el brazo del joven.

—Bien.

Jason jaló con un poco de fuerza a Mila, haciéndola correr sin separarse de ella. Recorriendo los pasillos de la mansión se preguntó cómo hubiera sido conocerla desde pequeño. ¿Tal vez todo hubiera sido diferente? Tal vez y solo tal vez, ambos se habrían hecho felices. Aunque aún tenía la esperanza que aún no era tarde. Podían ser felices. Solo esperaba que lo consiguieran juntos.

Al llegar hasta el último escalón, decidieron tomar distancia. Preferían alejarse por cinco minutos a toda una vida. Porque los dos sentían temor. Eran conscientes de lo que Bruce podía hacer por el bien de ambos. Pero se negaban a alejarse.

La primera en entrar fue Lyudmila. Quien tomó asiento en medio de Damian y Bruce Wayne, quedando frente a Selina, de la cual recibió una cálida sonrisa.

Al cabo de cinco minutos entró Jason, desabotonado los dos primeros botones de la camisa negra que llevaba puesta.

—No lloren más. Ya estoy acá, —habló mientras tomaba asiento en medio de Tim y Dick y terminaba de arremangarse la camisa.

—Idiota, —soltó Damian sin siquiera mirar a su hermano.

Dick comenzó a sudar y una sonrisa nerviosa se formó en sus labios. Esperando a que Jason no dijera otro comentario sarcástico. Tenía suficiente con que lidiar para tener que intervenir en las estúpidas peleas de hermanos. Para su suerte, ningún comentario salió de la boca de quien fue el segundo Robin y agradecido por ello, se relajó en su asiento en espera de que la noche se mantuviera así de tranquila.

SorrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora