CAPÍTULO 22

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Una suave briza recorrió los brazos descubiertos de Lyudmila, haciéndola abrir sus ojos; lentamente se giró hacia su mesita de noche y agarró el celular que Jason le había regalado. "La una de la madrugada", leyó en su mente, los numeritos que se reflejaban en la pantalla. Nuevamente, la corriente de aire hizo contacto con su piel; al voltear hacia la ventana, esta se encontraba semiabierta, dando paso a ese frío que invadía su habitación.

—Al fin.

La voz del hombre provocó un brinco por parte de la muchacha; pero al reconocerlo, su ritmo cardíaco empezó a regresar a la normalidad.

—Me asustaste—, habló en voz baja, sin dejar de ver como el encapuchado se acercaba, no sin antes cerrar la ventana.

Red Hood no dijo ni una palabra más y señaló la almohada, para que la levantara.

La joven obedeció, pese a que no comprendía; de ahí sacó un papel doblado por la mitad, que se hallaba arrugado y, sin esperar, lo desdobló para ver su contenido.

—<<Olvidaste algo>>—, leyó, para después mirar a Red Hood con intriga.

El hombre llevó su mano al bolcillo derecho y de ahí sacó un pañuelo que envolvía ese 'algo', que le entregó.

Como niña pequeña, lo agarró con prisa para ver su contenido.

— ¿Cómo supiste? —, dijo tratando de suprimir el sollozo sin dejar de apretar el collar entre sus manos.

—Te lo vi un par de veces, —respondió el antihéroe, sentándose lentamente en la cama para poder estar cerca de ella—, y el anillo es el que...

—Te lancé anoche—, completó con diversión.

Un apenas perceptible <<sí>>, se escuchó por parte del hombre, quien no dejaba de mirarla, o al menos eso aparentaba el casco.

—Mila.

— ¿Sí?

—Sé que es muy reciente, pero me urge que me respondas lo que tengo por decir.

El tono de voz del encapuchado, le había puesto los pelos de punta y, más lo último que dijo—, si es sobre lo que pasó ayer, entonces no quiero...

—No te estoy preguntando Mila, —la cortó abruptamente—, es importante y necesito que seas honesta conmigo.

La joven estaba perpleja en esos instantes; nunca le había hablado de una forma tan demandante, pero sabía que era alguien en quien podía confiar, sin importar el poco tiempo que llevaban conociéndose. En ese instante, supo que el tiempo no podía definir una amistad.

La Romanov frunció el entrecejo y mordisqueó el labio inferior, demostrando que estaba insegura; pero de lo único insegura que estaba, era el escoger las palabras correctas para responder a lo que el antihéroe iba a decir.

— ¿Quién te secuestró? —, inició el interrogatorio, sin ninguna pizca de tacto.

—Víctor Zsasz —, respondió después de diez segundos.

—Y él hizo esto, supongo —, inquirió sujetando el rostro de la contraria, para ver mejor el rostro de la muchacha—, de contusión, aunque no es tan profunda—, exclamó sin dejar de revisar la herida.

—Supongo que todo lo que te diga se lo dirás a Batman, ¿verdad? —, expresó, alejándose del hombre.

—Creo que ya sabes la respuesta.

—No confío en él.

— ¿Y en mí? —, inquirió el del casco al levantarse de la cama y apoyarse en la pared, sin dejar de verla.

SorrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora