CAPÍTULO 64

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Lyudmila continuaba meciendo los pies al borde de la cama. Desde la noche anterior no había parado de pensar en una sola cosa: el festival navideño. Por culpa del sinfín de pensamientos que la invadían, no había podido dormir muy bien.

A esas alturas, no sabía quién de los dos era el más ansioso. Si ella por pensar a cada momento la partitura o Damian, quien la había visitado en la madrugada para hablar ya que no podía cerrar los ojos.

—Todo saldrá bien, —alentó la joven con los ojos más sensibles de lo usual. Sentía que en cualquier momento quedaría ciega de lo intenso que percibía la poca luz que se adentraba por la ventana—, podemos ganar el festival.

—Sí.

Damian movió las piernas al igual que la joven en un intento por distraerse, pero las punzadas en la cabeza y los destellos que sus ojos comenzaba a presenciar por el desvelo, le estaban cobrando factura y solo ayudaba a incrementar el revoltijo de su mente.

— ¿Estás seguro que Bruce no se enterará?

—Sí, —Damian volvió a mecer las piernas.

— ¿Seguro?

—Sí, —dijo luego de haber guardado silencio unos segundos.

En un intento desesperado, la joven tomó asiento en la cama y miró con molestia a Damian.

— ¿Puedes decir otra cosa además de "sí"?

—Sí.

El golpe que Mila le atinó con la almohada, logró despertarlo de aquel transe en el que se encontraba.

— ¿Qué te pasa?, —exclamó sentándose de golpe. Detestaba cada vez que Mila hacia eso.

Antes de volver a alzar la voz, un par de golpes en la puerta, llamó la atención de los muchachos. Sin embargo, reconocieron de quien se trataba al ver la hora.

—Adelante, —articuló Lyudmila.

Selina abrió la puerta y sonrió ante la inconfundible y penetrante mirada de los dos.

Desde que vio juntos a ambos jóvenes, le resultó curiosa la mirada que ambos poseían. Era primera vez que se detenía a observarlos cuando estaban juntos. Eran tan distintos y a la vez tan iguales.

A diferencia de Damian, que poseía unos penetrantes ojos de color jade, donde, cualquiera que lo viera le podía poner los pelos de punta la frialdad de su mirada; Lyudmila hipnotizaba quien fuera, con sus ojos verde, donde no pasaban desapercibidos los destellos amarillos que eran más distinguibles en la luz. La mirada de Damian era el filo de la noche en invierno, mientras que Mila era el radiante día de primavera.

Movió la cabeza en busca de borrar esos pensamientos y prefirió decir algo que ayudara a distraerse ante la idea descabellada donde no dejaba de ver ese rasgo que los caracterizaba.

—Voy a ayudar a arreglarte, —le indicó a Mila. Vio cómo Damian se dirigía a la salida pero lo detuvo poniendo una mano sobre el pecho—, a ti también voy a ayudarte. Pero primero quiero tomar un respiro.

Aunque no estaba en los planes de Damian socializar y mucho menos con Selina, tuvo que soportar escuchar a las dos conversar.

Muy en el fondo agradecía que Lyudmila fuera quien más hablara con la morena; después de todo, no se imaginaba entablando la más mínima conversación con ella. Sabía que abrir la boca en presencia de Selina, solo sería para soltar un comentario inoportuno en el que incomodaría a todos, incluyéndolo.

—Damian.

El nombrado alzó las cejas como si estuviera poniendo atención a las palabras de la menor, pero la realidad era que hacía más de diez minutos en lo que no sabía que estaba pasando. Sin embargo, su orgullo le impedía mostrarles lo distraído que estaba, por lo que con un movimiento de cabeza les hizo saber que podían continuar.

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