CAPÍTULO 21

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La cabeza de Damian reposaba en un pequeño espacio de la cama de Lyudmila; desde que se quedó a solas en la recamara, había entrelazado su mano con la de ella y así la mantuvo hasta entonces. Aunque parecía estar dormido, no terminaba de conciliar el sueño por el hecho de estar atento a su alrededor; sin embargo, su plan no duró mucho tiempo, ya que cayó rendido a causa del cansancio rezagado.

Desde afuera, Jason veía la escena con un vacío que se le formaba en el pecho; pero eso no iba a conseguir que dejara las cosas inconclusas. En silencio, atravesó el lugar hasta llegar a donde estaba Mila; con cuidado, levantó una parte de la almohada, y debajo, puso un papel arrugado. La contemplo un par de segundos; su piel pálida en la que resaltaban los hematomas, junto a lo hundido de las ojeras, la hacían lucir demacrada; agotado de ello, decidió marcharse a su recamara para descansar un poco.

Plic. Plic. Plic. Unas suaves gotas comenzaron a caer, poco a poco, hasta que esa tenue lluvia se convirtió en una gran tormenta que azotaba toda ciudad Gótica. Algunas zonas, en especial las pobres, se inundaban y, unos cuantos tragantes expulsaban aguas negras a causa de la basura que les obstruía el paso. A pesar de que para algunos, era algo gratificante; para otros resultaba su misma perdición.

Así como esa catástrofe era considerada un abismo sin salida; el Asilo de Arkham era el propio infierno en la Tierra, en el que mucha gente moría sin llegar a ver la luz del día. Batman recorría algunos pasillos junto a Víctor Zsasz, quien al ser considerado un criminal de alta peligrosidad, iba esposado junto a unos grilletes, además de ser custodiado por policías que iban detrás, impidiendo que escapara. A pesar de los gritos y el sinfín de insultos de los prisioneros, llegaron a la celda que estaba destinada al hombre de las cicatrices; al estar ahí, el único que entró fue el murciélago de Gótica, quien cerró la puerta detrás de él, quedando a solas con el psicópata.

Un golpe en seco se escuchó en la celda. El caballero de la noche acababa de estampar a Víctor contra la pared, en un intento fallido de intimidarlo. La risa de Zsasz resonaba cada vez más fuerte, hasta el punto de dar la impresión que perdería la voz en cualquier momento; pero cesó al mismo tiempo en el que Batman golpeaba la cabeza del criminal contra el cemento del suelo.

— Sigue con esa actitud, y ese golpe será la acción más agradable que tendrás en toda la noche—la voz del detective se volvía cada vez más sombría—, ¿por qué secuestraste a esa joven?

— ¿Qué te hace pensar que fui yo?

—Responde.

Una sonrisa siniestra se dibujó en la comisura de los labios resecos del psicópata. Sin decir ni una palabra cerró los ojos y se quedó sin hacer nada.

De repente, Batman escuchó a Víctor tararear una melodía. Cualquiera que lo escuchara, estaría de acuerdo que esa canción era hermosa, sin embargo, el ser entonada por ese hombre, solo le daba un toque tétrico.

—Es mi avecita y si vuelves a acercarte a ella, te mataré—, amenazó el de las cicatrices.

— ¿Por qué mataste a todos esos civiles? Sé que tú planeaste esa masacre en el parque, responde.

— Es divertido.

— No, —ese monosílabo que salió de la boca del encapuchado, parecía asegurar lo que planteaba—, la buscabas a ella. ¿Cómo la encontraste?

— No la encontré. Ella llegó a mí. Lo cual es muy diferente.

Nuevamente, Batman estrelló el cuerpo del hombre contra la pared, esperando que éste hablara.

— ¿Qué relación tienes con ella? —, espetó el murciélago de Gótica.

—La boca causa problemas—, recitó sin sentido.

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