CAPÍTULO 3

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Podía percibir como una sábana cubría la mayor parte de su cuerpo, se sentía muy cómodo y deseaba ya no levantarse. Lyudmila se removió en la cama para luego sentarse en esta, era un lugar muy bonito a su parecer, y se sentía un aire de paz y tranquilidad. Sin embargo esa habitación ya lo había visto antes. Se sentía demasiado aturdida y todo a su alrededor parecía un sueño.

—No puede ser— Se dijo a sí misma mientras sujetaba su cabeza con su mano derecha y se la masajeaba. Puso sus pies en el suelo y se levantó de la cama; todo era muy confuso para ella, se acercó al balcón y vio los frondosos árboles que rodeaban el lugar; se quedó para unos segundos para luego girar en sus talones y dirigirse a la puerta del dormitorio. Puso su mano en la perilla de la puerta, sin embargo no la giró. Escuchó unas voces hablando afuera, una pertenecía a un hombre y la otra voz a una mujer; no distinguía lo que ambos decían, le resultaba tan difícil de entender sobre todo por la fuerte jaqueca que poseía en ese instante.

Como acto reflejo se apartó de la puerta al sentir como giraban la perilla de la puerta, y efectivamente entraron dos personas, un hombre y una mujer. O como ella los conocía. Papá y mamá.

— Hola mi amor, no quisimos despertarte, te veías muy agotada linda. — Sonrió cariñosamente su madre, — Mila, ¿Qué sucede?

No sabía en qué momento sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. La joven solo se acercó a ambos a abrazarlos. —Los amo. — Se limitó a decirles.

— Mapachito, nosotros también te amamos— habló su padre.

Sintió como un escalofrío se apoderaba de todo su cuerpo. Se separó un poco de sus padres y cuando levantó su rostro todo se comenzó a desvanecer y a volverse negro.

Abrió los ojos de golpe... Sólo había sido un sueño, demasiado extraño para su gusto. Los recuerdos comenzaron a invadir su cabeza nuevamente, haciéndola volver por completo a la realidad. Ya nada era igual. Observó detenidamente el lugar en el que se encontraba; era muy espacioso para ser sólo un dormitorio. Las paredes estaban pintadas de un color rosa palo y el viento azotaba levemente las cortinas del balcón.

— No puede ser— dijo entre susurros la joven y con el ceño fruncido.

Se paró y comenzó a observar todo el dormitorio, era muy lindo no lo podía negar. Se acercó al tocador y miró detalladamente su rostro, tenía unas bolsas muy marcadas bajo sus ojos y tenía un moretón en su mejía derecha a causa del golpe que le había dado Skull; se encontraba demacrada, y era más que evidente que lo que alguna vez su rostro destelló felicidad ahora sólo mostraba oscuridad.

Se dirigió a la puerta de la habitación para acto seguido abrirla. Lo primero que vio fue un pasillo un tanto iluminado gracias a la luz del sol que entraba por la ventana. Salió de la habitación y comenzó a recorrer el lugar con la mirada para acto seguido caminar a través del lugar. Bajó unas gradas y escuchó algo de ruido, se acercó a una habitación y pegó su oreja a la puerta que se mantenía cerrada.

— Debemos ser precavidos, hay que tener en mente eso— habló un hombre, tenía una voz gruesa.

— ¿No piensa contarles lo...?— Una segunda voz se quedó en silencio.

Lyudmila abrió sus ojos con extremo asombro mientras la puerta de esa habitación se abría y dejaba aprecias a un hombre bastante alto y musculoso, poseedor de unos hermosos ojos azules y un semblante serio.

— ¿Te perdiste? — habló el hombre quien al mismo tiempo cambia sus semblante a uno de intriga.

— Y-y-yo, eh... yo solo...— la joven miraba a los lados por el nerviosismo y de paso hacía puño la tela del camisón.

SorrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora