CAPÍTULO 14

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El césped danzaba delicadamente al compás del viento y como era de esperarse los gritos dentro de la mansión Wayne se hacían presentes a primeras horas de la mañana.

— ¡Suéltame, engendro del demonio! —, se quejaba Tim intentando soltarse del agarre de Damian.

— ¿Qué sucede aquí? —, cuestionó Mila presenciando el espectáculo—; Damian suéltalo.

El nombrado hizo caso omiso a la petición de la fémina y continuó sacudiendo al de ojos azules.

—Vamos Damian suéltalo—, suplicó nuevamente sujetando las manos del histérico y tirando de él.

Al no querer hacer una escena tan ridícula frente a la joven, soltó bruscamente a Tim y se alejó chasqueando la lengua con excesivo fastidio.

—Gracias.

—No hay de qué—, sonrió la chica.

Encaminándose al comedor, Lyudmila bostezó y sujetó su cabello en una coleta ya que se acababa de levantar y sólo había bajado para que ese par dejara de gritar.

—Oye...Mila.

— ¿Qué pasa Tim?

—Yo quería saber si —pausó— todo está bien entre nosotros.

La muchacha asintió emocionada y salió del lugar emanando vibras de tranquilidad. Entrando al comedor se sentó a comer como si no hubiera un mañana, devorando todo lo que podía y sin delicadeza alguna.

Todos la miraban atónitos a excepción de Jason que aún no bajaba a desayunar; observaban como metía cada pedazo de comida a la boca y se deleitaba con lo que Alfred había preparado.

Al sentir los ojos de toda la familia Wayne sobre ella, paró de comer y un rubor pintó sus mejillas.

— ¿¡Qué!? —terminó de tragar el alimento—, no me vean así, déjenme comer tranquila.

Los presentes rieron antes la actitud de Lyudmila para así seguir comiendo con suma tranquilidad. El frío se había esfumado hace horas y a pesar de ser muy de mañana, un calor muy reconfortante abrazaba a todos los habitantes de la mansión generando un ambiente de paz.

—Tengo que irme—, se despidió Damian corriendo del comedor hacia la limusina que lo esperaba afuera.

—Yo también me voy—, finalizó Tim con una tierna sonrisa.

—Bien, yo vendré más tarde Bruce—, se levantó Dick—; cuídate Mila.

El abandono de los demás miembros de la familia sumergió al comedor en un silencio en el cual sólo se escuchaban las respiraciones de la adolescente y el dueño de la mansión.

—Lyudmila.

La mencionada posó sus ojos verdes sobre el mayor y mordió sutilmente sus carnosos labios.

—Quiero que pintes tu cabello y lo cortes—, prosiguió Bruce.

— ¿¡Qué!?

—Lo que sucede es...

— ¡No! —pausó—, eso jamás.

Soltando un suspiro de cansancio, Bruce Wayne se tronó el cuello con suma pesadez y juntando sus manos reposó el mentón en ellas—, Mila... escúchame.

—No me cortaré el cabello y mucho menos me lo pintaré, ¿me escuchaste Bruce?

—Es por tu seguridad.

—Paso las 24 horas del día encerrada en la mansión y ni siquiera salgo al jardín—, contradijo la joven tratando de mantener la calma—, ¿Qué es lo que quieres de mí?

SorrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora