CAPÍTULO 65

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— ¿Estás segura de que funcionará?, —insistió Jason viendo todas las cámaras de seguridad en las que parecía que todo rondaba con normalidad. Sin embargo, ya habían pasado diez minutos desde que junto a Selina las manipularon para que Damian y Mila se fueran.

—Bruce no se dará cuenta.

La forma tan segura con la que respondía Selina, lograba tranquilizar al muchacho. Sabía que no había nada de qué preocuparse; después de todo, hasta donde sabía, nadie más estaba en casa.

—Toma —Selina llamó la atención del muchacho que terminaba por acomodarse el abrigo negro que hacía juego con el conjunto que llevaba del mismo color y lograba hacerlo ver más alto de lo usual.

Con su dedo índice, la mujer extendió la llave de uno de los tantos carros que pertenecían a Bruce. <<Tengan cuidado. Ahora vete y pásenla bien>>, le hizo saber a Jason.

Fue inevitable que una sonrisa se le dibujara en el rostro mientras se despedía de Selina y corría hacia la cochera sin dejar de gritarle lo agradecido que estaba.

Al llegar, lo primero que captó su atención, fue la inquietante cantidad de carros estacionados. Aun se preguntaba sobre la manía que tenía Bruce con coleccionarlos. Cada año compraba más de diez y por lo que era conocedor, no eran nada asequible. Suponía que se trataba de problemas de millonarios, pero lo que en realidad no sabía, es que era una forma que su tutor utilizaba para pasar desapercibido entre los civiles y no levantar sospechas como Batman.

A pesar de ello, tampoco podía negar lo satisfactorio que podía llegar a ser tener esa cantidad de carros de lujo y mucho menos cuando Bruce accedía a prestarle alguno de ellos luego de largas semanas de insistencia. Sin embargo, ninguno podía compararse al batimovil. Esa preciosidad era de otro mundo en comparación a cualquier carro, y estaba seguro que sus hermanos compartían la misma opinión.

Desactivó la alarma del carro y por instinto, se dio media vuelta para ver de cual se trataba.

Una sonrisa se dibujó en su rostro al darse cuenta de la monstruosidad que se trataba. Aunque insistía en que no era nada comparado al batimovil, no desmeritaba el hecho de que se trataba de uno de los mejores carros que podía llegar a usar en toda su vida.

Abrió la puerta del último modelo del Lamborghini Veneno, viendo con asombro cómo se levantaba para dar paso al conductor. Se adentró en él, sintiendo la suavidad del asiento de cuero y se removió con emoción al percatarse que ese carro sería suyo por toda una noche.

Ni siquiera el sonido de las ventiscas de invierno le impidió deleitarse con el sonido del motor cuando iba de camino al festival.

Trataba que las emociones no se apoderaran de él, pero era casi imposible. Cada pensamiento que invadía su mente eran única y exclusivamente centrados en Mila y, cada imagen de la joven que lograba apoderar cada fibra de su ser; iba al compás de los copos de nieve que pintaban la ciudad de un blanco mucho más hermoso de lo que se imaginaba.

El mismo blanco que Lyudmila observó antes de entrar a La Academia junto a Damian. Se dejaba guiar sin dejar de ver los casilleros que decoraban los pasillos; muy similares y a la vez tan diferente. Ahora, el color rojo ya no predominaba, según las fotografías que colgaban de algunos pizarrones, indicaban que el azul naval era los colores de la institución.

Una maldición llamó su atención y la obligó a dejar de ver la foto donde un Damian más joven sonreía junto a una niña pelirroja y sostenían un certificado del que no pudo averiguar lo que decía.

Vio a Damian fruncir el entrecejo más de lo normal y una mueca de disgusto terminó por lograr despertar su curiosidad. Posó sus ojos en el grupo que estaba a unos metros de ellos y que el pelinegro no dejaba de ver.

SorrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora