CAPÍTULO 61

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Jason y Mila no eran los únicos agotados. Damian había permanecido en la habitación de su hermano, sin poder cerrar los ojos; no solo porque quería cumplir su palabra, sino también para cuidar de él. Pese a que el cansancio ya comenzaba a cobrarle factura, sobre todo en su espalda adolorida y la jaqueca de hacía días.

Se mantenía recostado sobre la cama de su hermano, siendo más reconfortante de lo que esperaba. Aunque sentía la pesadez de tanto haber llorado, la frescura de las sabanas donde mantenía enterrado su rostro se mezclaba con la tranquilidad del silencio.

Con las lágrimas empapando las sábanas y la falta de oxígeno, prefirió quedarse en esa posición donde podía descargar el hastío dolor del momento.

Su único deseo era el de que su hermano despertara. Simplemente no podía ver un futuro en el que él no estuviera.

No importaba si tenía que escucharlo una o mil veces hablar de Orgullo y prejuicio.

O verlo comer hamburguesas de carne.

Robarle su chaqueta y después discutir por ello.

Solo lo necesitaba ahí.

Le resultaba irónico ser el último en conocer a Jason Todd y a la vez, con el paso del tiempo, haber congeniado tanto con él; convirtiéndose en su espacio seguro, que en lugar de ser sermoneado, era alentado y le había enseñado a ver lo mejor de sí mismo. Aunque aún continuaba trabajando en ello.

Pese a que en un inicio no habían llevado la mejor relación de hermanos, con el paso de los años pudo ir mejorando sin siquiera darse cuenta.

Estaba tan sumido en sus pensamientos que no se dio cuenta de la presencia de alguien más.

Desde el marco de la puerta, alguien se mantenía expectante de la situación; con los brazos cruzados mientras jugueteaba con un pequeño botecito entre las manos cerró los ojos un par de segundos antes de avanzar.

Tim Drake se acercó lentamente donde su hermano y tomó asiento a su lado sin llamar mucho la atención. Contempló las facciones de Jason. Parecía consumido por la vida. Pálido como un copo de nieve en pleno invierno.

Al igual que en su hermano mayor, posó sus ojos en Damian. Tenía unas imperceptibles bolsas moradas bajo sus ojos cerrados y los labios levemente resecos; suponía que por haber llorado tanto. Tanto así que hasta a él mismo se le estrujó el corazón de solo pensarlo.

—Damian.

Solo obtuvo por respuesta un quejido del nombrado. No era de sorprenderse con lo exhausto que estaba.

—Damian, —volvió a murmurarle.

El entrecejo levemente fruncido del menor le hizo confirmar que estaba en lo correcto al suponer que no se encontraba bien.

—Damian, —insistió moviendo suavemente su hombro, a lo que obtuvo un brinco de su parte.

El nombrado se restregó los ojos tratando de quitar la suciedad de estos y en el transcurso se permitió sentir lo abultado que estaban sus parpados.

—Ten, —habló Tim en voz baja al entregarle una pastilla—, debe dolerte la cabeza.

Damian asintió sin siquiera poder encarar a Tim, quien no dejaba de ver a su hermano mientras en el transcurso se le rompía más y más el corazón.

—Lo hemos lastimado mucho, —murmuró Damian sin saber si lo decía para sí mismo o para que el viento se llevara esas palabras—, solo eso sabemos hacer con Jason.

A pesar de lo inexplicablemente directo que había sido el de ojos verdes; Tim solo pudo darle la razón y bajar la mirada con pena.

—Hacemos lo que podemos, —susurró Tim—, pero ni siquiera hacemos lo mínimo por él, —sonrió con pena—, bueno, esos somos nosotros. Si no fuera por ti, Jason estaría...

SorrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora