CAPÍTULO 75

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Con una pierna colgando al borde del edificio y la otra posicionada contra su pecho, Jason se limitaba a ver el paisaje.

La imagen de Mila permanecía en su mente y le era imposible borrarla por más que lo intentaba.

—Ni siquiera ha pasado tanto tiempo y está más pálida —le dijo a Cassandra.

Aunque no decía nada. Tras la máscara se podía reflejar la angustia en el rostro de la pelinegra. En un intento de animar a Jason, abrió la boca, pero la volvió a cerrar al creer que lo que estaba a punto de decir no sería lo suficientemente bueno y, por el contrario, terminaría por hacerlo sentir mal.

—No es la primera vez que sucede. Pero hoy fue tan... Me parte el corazón verla así.

—Deberías regresar —dijo Cassandra luego de un prolongado silencio—. Te necesita.

El viento azotó al mismo tiempo que Jason se puso de pie.

—Yo estaré bien —Orphan movió la mano para que por fin se largara—. Ve.

Red Hood saltó del edificio y se dirigió a la mansión con el objetivo de ver cómo se encontraba Lyudmila.

Una sonrisa se formó en su rostro al percatarse que dormía plácidamente en brazos de Damian. Y su sonrisa se ensanchó más al darse cuenta que el collar que tenía era el que le regaló para navidad.

Sin embargo, no había rastro de El Ojo de Ámbar. Posiblemente lo tenía escondido para mayor seguridad.

Sus ojos se abrieron más de lo usual al recordar el collar restante.

Damian se encontraba dormido, por lo que el mapa con su ubicación no estaba siendo utilizado.

Encontrar el Ojo de Cuarzo le podría dar la libertad a Mila, o al menos tendría el tiempo necesario para ponerla a salvo.

Al percatarse que Damian no llevaba nada en los bolsillos, salió directo a la habitación del menor. Con sumo cuidado buscó entre sus pertenencias aquella esfera que le daría la pista. Sin embargo, no había ningún rastro que fuese de ayuda.

Soltó un suspiro volviendo a repasar la habitación con la mirada, pero ante el crujido bajo sus pies, sus ojos se abrieron más de lo usual.

—Bingo —murmuró levantando la alfombra y moviendo aquel trozo de madera mal puesto.

La esfera junto al cofre yacían envueltas en una pequeña franela roja que la cubría de todo rastro de polvo.

Con una sonrisa en sus labios, levantó la esfera hasta la altura de sus ojos y la examinó, en busca de abrirla de cualquier modo hasta que una llamada en el intercomunicador logró distraerlo.

Mientras respondía al llamado por parte de Bárbara con el alias de Oráculo, sobre el paradero del Pingüino; guardó la esfera en el bolsillo derecho y el cofre en su chaqueta y salió rápidamente hasta dónde se encontraba el hombrecito de nariz puntiaguda.

Sin duda, movilizarse en motocicleta le daba la ventaja de llegar con rapidez a los lugares. Pero jamás podría superar el batimóvil de su padre, el cual solo había manejado en casos de extrema premura. Sin duda alguna era una monstruosa belleza.

—Carajo —exclamó Red Hood esquivando el golpe que lanzó el Pingüino mientras reía—. Deja de estorbar. Pinocho de cuarta.

La rabieta que el Pingüino soltó con gritos e insultos hacia el antihéroe, avivó la llama de la burla que se había instalado en Jason.

—Cierra el pico. Caperucita. O traeré al lobo para que te mate.

Una sonora carcajada se emitió del casco de Red Hood, evadiendo los disparos del Pingüino.

SorrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora