CAPÍTULO 51

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Era la tarde del treinta de octubre.

Después de quince minutos intentando, Alfred había logrado separar a Jason de Damian. Mientras a Jason lo había mandado a su habitación, como un niño castigado de cinco años. Damian se había ido con Mila a practicar al gran salón.

A pesar de ello, al cabo de un par de horas más tarde, Damian había ido junto a Jason para hablar sobre el día del festival navideño. Habían acordado que el menor hackearía el sistema de empresas Wayne donde pondría más trabajo del necesario a Bruce Wayne. Nada complicado para su dotado cerebro. Luego, Jason llevaría a Mila en la motocicleta hacia la presentación y cuando todo terminara, le daría una sorpresa.

Todo estaba listo para el dúo. Algo fácil para ambos. Sin complicarse. Hasta se podía decir que los hermanos se sentían orgullosos de acoplar sus neuronas cuando se trataba de escaparse de casa.

Pero no todo era felicidad en esa mansión.

En el lado de la sala, Tim limpiaba el gran ventanal, donde se podía divisar la gran piscina repleta de las hojas de los árboles que en lugar de darle un aspecto sucio, contrastaban con el reflejo del atardecer.

Tim pasó la manga de la sudadera roja que vestía, tratando de quitar todo rastro de sudor del rostro.

Soltó un suspiro y se dirigió a la cocina para prepararse un café. Desde el momento en el que comenzó a dar pequeños sorbos a la bebida quedó ensimismado viendo la blanca pared frente a él.

Se relamió los labios, degustando aquel sabor amargo que tanto le encantaba. Siempre que podía, trataba de disfrutar todo el café que pudiera.

Sin embargo, no todo es eterno. El ruido de su celular interrumpió aquel momento de paz y tranquilidad, lo que provocó que derramara un poco de café sobre la camiseta blanca que llevaba de centro.

—Carajo, —murmuró al ver la gran mancha y el calor sobre su pecho. No quería ni imaginar cuanto le costaría sacar la suciedad.

Volvió a brincar. Se había olvidado por completo del celular. Sin siquiera mirar de quien se trataba, respondió con un "Hola" demasiado tosco y dejó la taza sobre la mesa.

— ¿Tim?

El nombrado maldijo en voz baja. Se trataba de un amigo de hace tiempos. Uno de sus mejores y pocos amigos con los que realmente podía contar.

—Bernard, —se limitó a responder tratando de dulcificar su voz—, perdón por hablarte así... Es solo que...

—No te preocupes.

"Tan amable como siempre", fue lo único que había podido pensar el tercer Robin.

—Te llamaba porque quería saber si querías ir al cine mañana en la noche. Ya sabes, es Halloween y... ¿Qué dices?

Esa fue de las pocas veces que Tim derrochó una gran cantidad de insultos dirigidas a Bruce. Pero no podía fallar. Era una de esas misiones en las que se tenía que jugar el todo o nada.

—Bernard, —habló Tim—, de verdad me gustaría pero debo cuidar a Damian y ya sabes cómo se pone cuando come dulces.

Era lo primero que se le había ocurrido decir. Si iba a escudarse en algo, al menos que fuera por el incidente de Damian en el año en que lo conoció; donde el recién llegado se escabulló por la noche a comerse todos los dulces que habían sobrado.

Esa vez, Tim tuvo que hacerse cargo de él. Todos esperaban que con esa oportunidad, el par terminara llevándose bien. Pero sucedió lo contrario.

Ninguno soportaba la presencia del otro hasta el punto de llevarlo muy lejos. Damian dejó en ridículo a Tim frente a sus amigos, entre ellos Bernard y él, se limitó a estropearle una misión. Desde entonces ninguno hacía el mínimo intento de llevarse bien. Sin contar que desde que se conocían no congeniaban ni un poco.

SorrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora