CAPÍTULO 53

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—Su pulso es demasiado débil.

—Sigue intentando. No puede morir, —insistió Dick ante las palabras de Alfred.

Vio a su hermano. El rostro era pálido y sus ojos cada vez más rojos.

—Vamos Timmy. Tienes que vivir, —murmuró Dick, viendo que ni los sueros especiales que tenían hacían efecto.

— ¿Cómo va todo?

Una voz grave resonó en la baticueva. Era Bruce. Quien venía acompañado de Damian y Jason.

Los hermanos se acercaron corriendo hasta Tim. Sin embargo, Dick los detuvo para dejar descansar al muchacho.

Jason se quitó el casco y el antifaz que llevaba debajo de este. No se había percatado en que momento le hacía falta el paso de aire.

Y Damian. Solo retiró la máscara viendo la pantalla donde los signos vitales de Tim indicaban lo peor.

—Puede morir, —dijo finalmente Alfred acaparando la mirada de los demás. Su agotado rostro no solo mostraba cansancio, sino temor y tristeza.

Unas miradas llenas de pesar.

Todos tenían miedo.

Sin excepción.

Incluso Selina que llegó al cabo de unos minutos, después de haber controlado la fuga en el Arkham. Había logrado escuchar el estado de Tim Drake.

—No va a morir, —fue lo único que pudo decir la mujer—, ha resistido mucho. Sé que lo hará más.

Damian negó. Una vena se le marcaba en la frente y sus nudillos comenzaban a doler a causa de la fuerza que ejercía con sus puños.

—Fue mi culpa. Yo me separé de él y...

Jason apretó el hombro del menor en son de apoyo al ver como unas lágrimas comenzaban a querer salir.

—Después hablaremos de eso, —respondió el murciélago—, eso también va para ti, Jason.

El nombrado bajó la mirada. El sabor metálico envolvió su paladar después de morderse el labio inferior para no decir nada.

Observó a Tim. Deseaba haber matado a ese payaso malnacido. Pero al igual que su hermano, su vida estaba colgando de un fino hilo que en cualquier momento se podría romper. Aun no comprendía la razón de haber disparado. Había deseado tanto eso, pero cuando lo hizo, era porque su hermano corría peligro. O eso es lo que se repetía a cada momento. Y muy en el fondo quería saber si había sido un acto egoísta o realmente era por su hermano. Tal vez ambas. Pero su cabeza estaba casi tan revuelta como el día en que volvió a abrir los ojos por segunda vez.

—Debemos llevarlo al hospital, —dictaminó Bruce.

—Llevaré el carro a...

—No, —interrumpió a Dick—, llama a Stephanie. Ella se hará cargo. Nosotros llevaremos a Tim al hospital.

Quien fue el primer Robin asintió y se dirigió a la baticomputadora para llamar a la joven.

—Iré a prepararme, —dijo Damian.

—Tú y Jason se quedan aquí.

—Pero...

Jason había intentado hablar. No quería separarse de sus hermanos luego de lo sucedido. No pensaba volverlos a dejar solos.

—No fue pregunta.

—Tampoco la mía, —insistió tajante Damian.

La frialdad en los ojos de Bruce no consiguieron que Damian dejara de ser persistente. Solo se podía ver una cosa en la mirada del más joven. Determinación.

SorrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora