CAPÍTULO 60

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Lyudmila no se consideraba una persona insistente. Pero no podía negar que había rebasado los límites de Jason cuando le suplicaba que comiera la fruta picada que había preparado y ahora yacía en el suelo.

El silencio se mezclaba con el inevitable palpitar de sus corazones a punto de desembocar una fuerte oleada de nerviosismo e indecisión.

Por instinto, Mila había retrocedido ante el sorpresivo manotazo por parte de Jason, quien ni siquiera se atrevía a dirigirle la mirada al reconocer lo que acababa de hacer.

—Perdón, —murmuró el muchacho con resentimiento a sí mismo.

—Está bien, —respondió la joven luego de inclinarse y comenzar a limpiar—, si quieres puedo prepararte algo más. Bruce dijo que no te diera cualquier tipo de comida, pero puedo hacer la excepción y...

Jason negó con una lágrima deslizando su pálido rostro. Un solo pensamiento rondaba por su cabeza en esos momentos. Había prometido cuidarla y nunca lastimarla, pero era lo que acababa de hacer.

—Jason, —llamó la joven al notar cómo los ojos del nombrado se perdían en la nada—, Jason, está bien. Sólo fue un accidente.

—Quiero estar solo, —murmuró Jason con la cabeza hecha un embrollo—, déjame solo.

Tal vez hubiera esperado a que Mila le diera unas palabras de aliento, pero la nueva presencia de Damian y Bruce, terminó de avivar aquella chispa de disgusto, a quienes recibió con un grito en el que les pedía que salieran de su habitación.

Vio a Mila reprocharlos con la mirada mientras los sacaba a empujones en los que no pusieron resistencia. Pero él no contaba con los ánimos suficientes para siquiera mirarlos.

—Tú también, —pidió Jason sin siquiera esperar a quedar a solas con la joven.

Con la boca entreabierta, las palabras de Mila quedaron atascadas en la garganta. No comprendía si era por la manera en que Jason lo había dicho o la V que le unía las cejas.

—Quiero que se larguen, —volvió a balbucear Jason entre lágrimas—, ¿no escucharon? ¡Lárguense! ¡Largo de aquí, no los quiero ver!

La primera en salir de ahí fue Mila. Dando grandes zancadas, tragó grueso hasta encerrarse en su habitación con las mejillas rojas por las inmensurables ganas de llorar.

Aunque era una faceta completamente nueva y era consciente de las circunstancias, le dolía aquel trato. Sin embargo, muy a su pesar, comprendía cómo debía sentirse el joven a quien amaba. Por lo que el enojo que irradiaba era nada más con ella y su manera de ser.

Desde su recamara pudo escuchar nuevamente los gritos de Jason. Eran más fuertes y desgarradores que los de antes. La voz desquebrajada con la que decía esas palabras, eran más dolorosas que mil dagas clavándose en su cuerpo y Mila no era ajena a ello.

Se abrazó a sí misma como si fuera el consuelo suficiente y de esa forma podía transmitírselo a Jason.

Pero la verdad, aún cegados por las circunstancias, era que ambos necesitaban los brazos del otro con los que podían hacerse saber que todo estaría bien.

De un momento a otro, los gritos cesaron.

Una suave corriente recorrió la espalda baja de Mila, lo que provocó un imperceptible temblor en ella.

Ese par de minutos se habían transformado en una eternidad, cuando no supo si era más desconsolante escucharlo gritar o el sombrío silencio que acababa de formarse.

Tomando el valor suficiente, se limpió la humedad en su rostro con el dorso de la manga del suéter y se sorbió la nariz como si nada hubiera pasado.

SorrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora