CAPÍTULO 41

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Pese a los fuertes vientos que azotaban Ciudad Gótica y la frescura que invadía a cada lugareño. No impedía que las personas continuaran con sus desgastantes vidas. Al ser las cinco de la tarde, muchos se dirigían a sus jornadas de trabajo; la mayoría de ellos, para sustituir a los que iban de salida y otros, a continuar ganándose la vida.

La puesta de sol era lo único que podían ver las personas en ese momento, además del humo de los carros y el sinfín de edificios. Lo que para unos podía ser una vista esplendida, para la gente de Gótica era una advertencia. Al caer la noche, tenían dos opciones, huir o morir. Sin embargo, la muerte asechaba ese lugar a cualquier hora y sin importar que tan odiada fuese, entraba sin permiso al hogar de las personas.

La esperanza permanecía entre las sombras; pero no siempre era suficiente para desvanecer el miedo que muchos habitantes sentían. Lo que en un principio fue la salvación de muchos, poco a poco, se iba convirtiendo en el fin de otros. O al menos, así lo veía Jason. Quien no lograba comprender la razón de que muchas personas que causaban estragos y corrompían Gótica, aún continuaban con vida.

Pensar en todo aquello le provocaba un fuerte dolor de cabeza. Y posiblemente se hubiera ahorrado esa reflexión tan estresante, de no haber sido por golpear a un abusivo antes de regresar a la mansión. Si había algo que no toleraba, era ver a bravucones aprovechándose de otras personas. Todo aquello desencadenaba pensamientos en los que se arrepentía no haberse deshecho de ese tipo de escorias, como él los llamaba. De un tiempo a otro, no hubiera dudado en acabar con esas personas. Sin embargo, las cosas ya no eran como antes. Y es que ya no quería defraudar a Bruce Wayne. Aún, si eso implicaba no asesinar criminales o golpear abusivos. Era un pequeño precio a pagar con tal de estar junto a su padre.

Esos pensamientos se esfumaron al estacionar la motocicleta. Jason, caminó directo a la entrada de la mansión; cargando un par de bolsas entre las manos. Por un momento se sintió extraño al percatarse de lo que estaba haciendo; aunque prefirió ignorarlo y adentrarse a la mansión.

Un par de horas atrás, Damian lo había llamado. La euforia con la que le habló, parecía que era porque necesitaban de su apoyo para detener algún criminal. Sin embargo, cuando el nombre de Mila se hizo presente, las cosas cambiaron. Su hermano menor se había limitado a decir que urgente, lo cual hizo que Jason interrumpiera lo que estaba haciendo y pasara comprando algo que animara a la joven. No hacía falta que Damian le dijese que estaba sucediendo, ya que podía imaginarse lo que había pasado.

Con el pie, empujó la puerta para poder cerrarla y así seguir avanzando. Con un gesto de confusión, Jason observó al menor, quien se encontraba sentado en una silla, de brazos cruzados. Éste lo veía estoico con sus penetrantes ojos verdes.

— ¿Dónde estabas?, —reprendió Damian—, tardaste.

—Sabes, tus eres como una diminuta bolita que está llena de odio, —se burló—, y de tan pequeña que eres, lo desbordas donde sea.

El aludido se levantó de golpe. La mirada molesta del muchacho pasó desapercibida para Jason, quien caminó directo a la cocina, donde colocó las bolsas.

Al cabo de unos minutos, sintió la presencia de su hermano menor; la cual permaneció a su lado por un par de minutos. Con una sonrisa burlona lo encaró.

— ¿Qué quieres, enano?

El menor se quedó callado y frunció el entrecejo. Desvió sutilmente la mirada y tragó grueso. —Trajiste mucha comida, Jason.

Éste último rió. Soltó un suspiro y, a su vez, negó con la cabeza. Con una mano, sujetó la cabeza de Damian y con suavidad, le dio vuelta para que su campo visual regresara a la mesa donde yacían las bolsas.

SorrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora