CAPÍTULO 68

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Un dolor de cabeza fue lo primero que Mila pudo sentir al momento de abrir los ojos. Aún boca abajo, comenzó a palpar el lado izquierdo de su cama, pero lo único que encontró fueron las sábanas enrolladas a la orilla de ésta.

Se restregó los ojos en un intento de ignorar las punzadas en la cabeza y tomó asiento antes de ver el reloj que marcaban las once de la mañana. Suspiró al ver que al menos había dormido seis horas.

Ahora más consciente de su alrededor, volvió a mirar su entorno en busca de alguien que ya no estaba.

Resignada, soltó un suspiro. Sabía que lo sucedido en la noche era real. El libro en la mesa y el collar colgado alrededor de su cuello, eran los comprobantes que necesitaba.

Salió de su habitación y se dirigió hasta la sala, no sin antes esconder el fino colgante dentro de la holgada camiseta negra que llevaba puesta.

—Buenos días —bostezó sin importarle mucho la apariencia tan desalineada que llevaba.

Todos respondieron con afabilidad el saludo, incluso Damian, quien tenía el ceño fruncido desde que había entrado a la habitación.

—¿Qué te sucede?

—Estaba impaciente por abrir los regalos pero estaba esperándote —Jason respondió por su hermano con una sonrisa que amenazaba con escaparse de sus labios.

Mila tomó asiento en el suelo junto a Damian quien tenía un regalo entre sus manos e inmediatamente se lo entregó a Mila.

—Abre el mío primero —dijo.

Las protestas no tardaron en hacerse presente en la habitación, sobre todo por parte de Jason. Pero no fue hasta que Alfred interrumpió con un simple carraspeo.

—Lo justo sería que la señorita Romanov disfrute este día sin sus... constantes debates.

La joven rió y agradeció al señor. Con sumo cuidado comenzó a abrir el regalo; despegando cada borde en el que no arruinara por completo el envoltorio celeste.

—Apresúrate —exclamó Damian frunciendo más el ceño.

—No presiones —respondió rápidamente la joven mientras sacaba una caja.

Su expresión cambió por una de asombro al ver las zapatillas negras de ballet.

—Damian —murmuró.

—Pensé que sería bueno que retomaras el baile.

El joven fue envuelto en un abrazo, lo que provocó una sonrisa.

—No te preocupes si se desgastan, puedo conseguir otras —volvió a hablar el pelinegro.

Un nuevo regalo apareció en las narices de Mila. Esta vez era Dick, quien sonreía y le tendía una gran bolsa.

—Es de parte de Zatanna y mía. Espero te guste.

Un suéter de algodón reposó en el regazo de Mila. Era grande pero fino y las delicadas flores de cerezo que iban bordadas, resaltaban en el fondo negro del material.

—Es hermoso. Gracias.

Y la felicidad de la joven incrementó cuando recibió el regalo de Tim, quien tenía un leve rubor cincelando sus mejillas.

—Es un dispositivo que tiene más de cien partituras para piano y libros digitalizados que considero podrían ser de tu interés —señaló la tablet que parecía demasiado avanzada—. Es una interfaz holográfica que podría facilitar su uso y lo diseñe cuando... —Al percatarse que parecía un demente hablando sobre tecnología, tragó grueso y soltó un suspiro para desviar la atención—. Feliz navidad.

SorrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora