CAPÍTULO 63

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A plena mañana, Tim comenzó a abrir los ojos. Aun con la pesadez que el cansancio le causaba, la luz en su habitación le hizo sonreír.

No era una luz común, era de esas pocas veces en las que realmente podía sentir gratificante ver hacia el exterior porque era indicio de que aquel frío podía hacerse visible hasta caer en el suelo.

Soltó un bostezo y sin creer lo que sus ojos presenciaban en esos momentos, se acercó hasta la ventana para contemplar el hermoso paisaje blanco.

—Está nevando, —un portazo, seguido de una voz eufórica, interrumpió aquel momento de tranquilidad.

Las facciones relajadas que mantenía el muchacho en un inicio, se convirtieron en una notoria molestia dirigida hacia la persona en el marco de la puerta.

—Lo siento, —prosiguió Damian al ver el rostro de su hermano—, no volverá a suceder.

En el pasado habría respondido con un insulto o inclusive con un golpe hacia el menor; pero ya no eran los mismos tiempos. Simplemente se abstuvo soltar un suspiro donde sintió su boca reseca y movió la cabeza con cierta lentitud.

—No importa.

—Padre nos dio permiso de salir, —dijo luego de bacilar unos segundos—, también le dio permiso a Mila.

No le importó tener los ojos casi pegados; los abrió más de la cuenta ante la noticia y sonrió por inercia dejando ver esas arrugas que comenzaban a tomar forma en algunas partes de su rostro a causa de las largas noches en vela.

—Así que después de tantos meses, —murmuró al recordar a la pobre joven que ya parecía un ave en cautiverio. Al menos tendrían la oportunidad de ir al exterior un par de horas.

—Sí, —respondió Damian con seriedad, aunque era muy perceptible la emoción en su voz—, iré a cambiarme. Deberías hacer lo mismo.

Con una cálida sonrisa, Tim asintió despidiendo a Damian, quien lo volvió a dejar solo.

Nuevamente soltó un suspiro y se dirigió al baño para prepararse. Al menos trataría de disminuir aquel cansancio que lo perseguía día a día con un poco de agua helada.

Sin esperar tanto tiempo, se adentró debajo de la regadera permitiéndose sentir cada gota recorrer su cuerpo. A pesar de tensarse en un inicio, poco a poco se fue acostumbrando a aquel frío y escurridizo tacto que lo obligaba a abrir los ojos y sentir que comenzaba a recobrar las fuerzas necesarias.

Casi veinte minutos después, sintió su cuerpo desnudo chocar con el ambiente cálido de su habitación.

Al menos su calefacción funcionaba mejor que la del pasillo, pese a no darle el mantenimiento que debía.

Un sonido captó su atención. A paso tranquilo pero firme, caminó hasta la cama y tomó el celular que no paraba de sonar.

—Bernard, —saludo en un intento por no tartamudear, muy seguro que se trataba por el clima.

— ¿Qué hay Tim?

El nombrado pensó claramente en que responder, pero como siempre, optó por la respuesta más usual ante esa pregunta: todo bien.

—Quería saber si querías acompañarme al parque. Ya sabes, la primera nevada y...pensé que podríamos pasar más tiempo juntos.

No sabía porque, pero lo nervioso que se escuchaba su amigo, lo ponía en las mismas circunstancias.

"La primera nevada juntos", pensó mientras unas suaves tonalidades rojas se concentraban en sus mejillas. Una vez leyó que pasar la primera nevada con la persona que uno amaba, significaba que su amor será eterno.

SorrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora