CAPÍTULO 76

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El ruido de la motocicleta hizo eco en la fría baticueva. Jason llamó a su padre pero no obtuvo respuesta.

En la cima de la iglesia, había pasado toda la noche en vela. Tomando la decisión de regresar o nunca más volver con su padre. Pero con el pasar de las horas, llegó a la conclusión que lo mejor era regresar. Decidiendo confiar en las palabras de Bruce, y disculparse por su comportamiento.

—Bruce —volvió a llamar sin obtener respuesta—. Papá.

El rostro de Jason se fue endureciendo ante el quinto llamado en el cual su única compañía fue el silencio.

Decidió salir por la entrada del Reloj de Abuelo. Rehusandose a tener contacto con la nieve que aún cubría toda Gótica.

Se maldijo por lo bajo al no llevar consigo la chaqueta, pero su mente le había jugado en su contra al tragarse la idea que no hacía falta y que, la sudadera roja que había intercambiado en lugar del traje de Red Hood, era más que suficiente.

El silencio ante su llegada le hizo mirar en cada rincón de la habitación. Sin embargo, solo eran él y los libros a su alrededor.

Descartó la posibilidad que estuvieran en misión, puesto que al regresar, los trajes se encontraban en sus respectivos lugares, por lo que se aferraba a la idea que posiblemente habían salido.

Salió de la habitación y se encontró con una desértica sala, dónde no había rastros de vida alguna. Incluso la cocina, dónde pensó encontrar a Alfred, aunque fuesen altas horas de la madrugada, carecía de su presencia.

Frunció el entrecejo y se llevó la mano a los bolsillos del pantalón, sintiendo cómo los latidos de su corazón comenzaban a acelerarse.

—Bruce —murmuró.

Aunque no era primera vez que había estado completamente solo en la mansión, su mente le insistía en que las cosas no estaban bien.

Una repentina punzada atravesó su pecho. Y una alarma comenzó a sonar en su cabeza. Era como un aviso cuando algo se avecinaba. Algo malo y aterrador. Y esa punzada lo confirmaba dejando un rastro de inquietud que le resultaba inevitable ignorar.

A diferencia de la oscuridad en casi toda la mansión, la luz que escapaba del despacho de Bruce, llamó su atención por completo.

Cómo un ratón dirigiéndose a la trampa, caminó a paso lento sin siquiera decir una sola palabra. Pero mientras más se acercaba, el ruido se volvía más notorio. Eran personas conversando o quizás discutiendo. La mente nublada por los nervios le impedía comprender lo que decían.

De forma lenta, empujó un poco más la puerta, permitiendo más acceso al panorama del lugar. Sus ojos se abrieron más de lo usual al ver que sus hermanos, Alfred y Bruce se encontraban reunidos. Y junto a ellos permanecía Mila; cabizbaja y con la mirada perdida.

—Padre. Por favor. —la voz de Damian hizo eco. Parecía que suplicaba ante algo que ya estaba decidido y eso terminó por descompensar a Jason con un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo.

—Debe haber otra manera —secundó Tim, teniendo una negativa por parte del hombre murciélago.

—Es la mejor alternativa —dijo Dick en un suspiro.

—Tiene que irse —replicó Bruce con firmeza—. Es por su seguridad.

El portazo que dio Jason, consiguió su propósito cuando la mirada de los presentes cayeron sobre él. El fuego en sus ojos hizo temblar a casi todos. Y la seriedad reflejada en los ojos de Bruce, le indicó que acababa de arruinar lo que fuese con su mera presencia.

SorrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora