CAPÍTULO 31

315 32 3
                                    

—Quítame las manos de encima, —exclamó Jason, mientras se sacudía para alejar a su hermano de la motocicleta.

—Y tú crees que es cómodo para mí, imbécil, —reclamaba Damian, caminando hacia la entrada de la academia y era seguido por el mayor.

Cerca de la entrada, se encontraba una joven de cabellos azabache con un bolso en mano viendo hacia ambos lados de la acera.

— ¿Ella es con la que te caíste?, —inquirió con sorna al ver la pelinegra que tenía un yeso en el brazo derecho. Jason se quedó callado por unos minutos viendo a los dos jóvenes hablar y como la fémina le entregaba el bolsón con un leve sonrojo en las mejillas. Damian regresó donde su hermano y con un ademán, se despidió rápidamente—, ¿así que te gusta la mocosa?

—Cierra la boca—, Damian, quien mantenía un semblante sereno, había cambiado completamente por un entrecejo fruncido—, y para que quede claro, solo es una compañera que me debe un favor.

—Sí, claro, —rechistó el mayor—, por cierto, olvidaste tu yeso—, señaló la pierna del menor.

Éste último, observó la zona indicada y se encogió de hombros para seguir su camino, —diré que fue un milagro y ya puedo caminar.

Damian sintió una mano que lo detenía; viendo la sonrisa ladina que le dedicaba su hermano mayor, frunció el ceño en respuesta esperando a que le dijera algo importante.

—Ten mucho cuidado hermanito, —expresó con sorna, mientras le daba suaves golpecitos en las hebras oscuras—, siempre debes ser precavido, —dijo, poniendo algo, en la bolsa del pantalón de Damian.

— ¡Hey!, —lo llamó Damian—, dile a Alfred que tu volverás por mí al salir de clases.

Jason le regaló una última sonrisa con la cual afirmaba a su pedido y salió corriendo hacia la moto, para irse lo más rápido de ahí.

Damian, quien había quedado extrañado por la actitud de su hermano, negó un par de vece y caminó hasta acercarse a la joven con que había tenido aquel accidente.

— ¿Es tu hermano? —, un leve rubor, invadió las mejillas de la fémina.

—Es un idiota, —susurró con una sonrisa—, pero sí, es mi hermano.

Ambos jóvenes caminaron directo hacia la entrada de la academia y desaparecieron del panorama para dirigirse a recibir las clases.

Damian, terminaba de arreglarse el uniforme y guardar la ropa que se había quitado. Un tanto dudoso, miró el pantalón que había usado para la misión de una noche ante y donde Jason le había dejado algo esa mañana. Con un poco de curiosidad, hurgó en la bolsa del pantalón y de ahí, sacó un envoltorio celeste sellado y con unas letras muy visibles que decían "XL".

El ceño de Damian se frunció a tal punto de que la vena de su frente estaba a punto de reventar. Con gran urgencia, llamó una infinidad de veces a Jason, pero este jamás respondió.

—Imbécil, —murmuró, escondiendo la bolsita en el pantalón del uniforme. El muy idiota le había dejado un preservativo.

Cuando salió del baño, ya no encontró a la pelinegra de ojos azules que tanto le llamaba la atención. Retomando su postura seria, se acomodó el saco azul del uniforme y caminó directo al salón de historia con el bolsón en mano.

Mientras recorría los pasillos con tranquilidad, se deleitaba con la vista que las instalaciones ofrecían hacia el patio central. Las hojas de los árboles habían caído por completo y las temperaturas, cada vez eran más bajas; por lo que todos se veían obligados a utilizar abrigos y cubrirse en exceso.

SorrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora