EPÍLOGO

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Las risas de la multitud de estudiantes resonaban por los pasillos. Algunos jóvenes corrían de un lado a otro tratando de conseguir un buen asiento en el comedor y otros se detenían a hablar con sus compañeros de clases cómo si los chismes de último minuto fueran más importantes que el almuerzo.

Hacía un mes exactamente que Mila asistía a la Academia de Gotham junto a Damian, quien llevaba tiempo tomando clases; aunque según sus palabras, había sido obligado por padre para socializar con personas de su edad.

Aunque extrañaba su antiguo colegio, no tenía nada que envidiar a su nuevo centro de estudio. Los casilleros eran tan resplandecientes como los anteriores y no importaba la hora que fuera, los pasillos se mantenían limpios y con un tenue aroma a frescura.

Mila miró el reloj que colgaba en la pared. Hacía media hora que había dejado de poner atención a todo lo que el profesor decía y de reojo se dio cuenta cómo su hermano se la había pasado dibujando durante toda la clase.

Soltó un inaudible bufido mientras movía con frenesí la pierna derecha y jugueteaba con el lapicero rojo haciendo garabatos.

Un papel cayó junto a ella. Estaba arrugado y parecía arrancado de un cuaderno. Miró hacia ambos lados en busca de quién se trataba pero todos parecían inmersos en la clase dónde el profesor tenía una expresión en la que ni él mismo soportaba convivir con adolescentes y esperaba con ansias ser salvado por la campana.

«¿Quieres salir conmigo luego de clases?».

Inmediatamente arrugó el papel y se recostó sobre la mesa al saber de quién se trataba. Desde que se había incorporado a la Academia de Gótica, las propuestas para una cita no se hicieron esperar. Sin embargo, aunque siempre se negaba, al celebrarse el aclamado San Valentín, las propuestas para ese día no se hicieron esperar.

El estudiantado había preparado diferentes actividades para celebrar el 14 de febrero. Desde intercambio de cartas anónimas dónde algún alumno se encargaba de recibir las cartas una semana antes y el día de la celebración las hacía llegar hasta el aula del destinatario; hasta envío de regalos hacia la persona que quería demostrar su amor y amistad.

Mila llevaba dos arreglos florales y más de siete cartas en las que se había visto en la penosa situación de sonreír y aceptar con respeto.

Sin embargo, el papel arrugado de ese momento era un completo descaro, sobre todo por quien se trataba: Daniels.

Asegurándose de no ser vista, sacó el celular para enviarle un mensaje a su hermano y decirle que era la tercera vez en el día que aquel joven insistía en una cita.

Rió por lo bajo ante la respuesta de Damian dónde se burlaba que el puñetazo que le había propinado en la nariz como regalo de navidad había sido un golpe de amor.

—Y cómo les decía, espero que disfruten este día del Amor y la Amistad—soltó el profesor con falsa alegría mientras miraba a cada alumno con su habitual expresión aburrida—. Y si las cosas no funcionan, recuerden que existe la opción de separación de bienes.

Mila frunció el ceño con incredulidad e instintivamente buscó con la mirada a Kaira, quien mantenía una expresión anonadada ante las palabras del profesor de matemáticas que hacía un par de semanas había pasado por un exhaustivo divorcio y cada clase que daba parecía igual de desalentador que su fracasado matrimonio.

El sonido que indicaba la libertad de los estudiantes, los hizo salir rápidamente mientras compartían palabras de lo que harían después de clases.

—No olviden usar condón —soltó exasperado el profesor al mismo tiempo que susurraba sus desgracias y guardaba los materiales.

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