CAPÍTULO 52

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Por fin era treinta y uno de octubre en la noche. Las calles en Ciudad Gótica rebosaban de alegría, sobre todo por los pequeños del hogar que a muy tempranas horas salían a pedir dulces, tocando casa por casa. A pesar de ello, no todo era felicidad como los niños creían. No todos corrían con la misma suerte y no todos tenían el mismo privilegio.

Cada noche de Halloween, los índices de delincuencia se elevaban más de lo usual. Muchas personas aprovechaban esas fechas para saciar todos sus deseos. Unos por placer y otros por necesidad. Pero de igual forma incumplían las normas y siempre los convertía en criminales a los ojos de la sociedad. Sin embargo, a diferencia de otros justicieros, era algo que siempre tomaba en cuenta Jason Todd. Desde que había salido de aquel agujero, jamás olvidó de donde venía. O eso es lo que pensaba mientras terminaba de preparar las armas.

— ¿Llevarás eso?, — señaló Dick la AWP L96A1.

— ¿Crees que es muy poco?

—Yo digo que también lleves la AK-47, —intervino Damian.

—Gracias por la ayuda, Damian, —expresó Dick.

—Y también deberías llevar las Jericho...

— ¡Damian!, —reprendió Dick.

Pero no fue suficiente por la contestación que Jason le terminó dando al menor:

—Esas ya las llevo. No te preocupes.

—Maldición, —murmuró Dick—, recuerda que Bruce dijo...

—No voy a matar a nadie, —interrumpió Jason mientras se colocaba la chaqueta—, tal vez solo mutile alguien y lastime de gravedad pero...

— ¡Jason!

—Bien. Bien, —dijo el nombrado dándose la vuelta—, solo bromeaba.

Tim y Damian sonrieron en respuesta ante el guiño por parte de su hermano antes de colocarse el casco.

—Por cierto, —esta vez fue el turno de Tim para hablar—, ¿qué le dijiste a Mila? Se veía triste.

El corazón de Jason terminó por estrujarse ante la mención de la joven. Había tenido que decirle que ya tenía un compromiso, después de que ella se acercara para pedirle ver una película juntos.

—Le dije que no podía.

—Pobre, —habló Dick—, ni siquiera puede salir a pedir dulces.

—Incluso se había arreglado, —mencionó Damian—, parecía una princesa.

—Reina, —corrigió Jason acaparando las miradas llenas de picardía por parte de sus hermanos—, ¿qué?

Dick se acercó hasta el más alto y lo sujetó del cuello mientras pasaba sus nudillos sobre el casco rojo.

—Nuestro pequeño Jay está enamorado, —canturreó sin soltar a su hermano—, no esperé que este día llegaría tan pronto.

— ¡Quítate!, —rezongó el aludido de un manotazo—, a todo esto, ¿ustedes dos no deberían estar peleando?, —dijo señalando a los menores de la familia.

Damian y Tim se observaron rápidamente y negaron. Llevaban más de veinticuatro horas sin pelear o tan siquiera insultarse. Algo inusual en ellos.

Y los demás comenzaban a sospechar el temblor de la noche anterior había sido provocado por ese par, que hasta esas alturas, no comprendían lo que tramaban, sin siquiera saber que su cometido ya estaba cumplido.

—Información clasificada, —se abstuvo a responder Damian alejándose de ellos hasta la baticomputadora.

—Cosas de jóvenes, —dijo Tim acercándose a la motocicleta—, no lo entenderían.

SorrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora