Sus finos cabellos, cuando dorados como el oro; revoloteaban con el viento otoñal. Parecía un sol que iluminaba todo el lugar.
Una niña de doce años observaba la pista de atletismo. Comía tranquilamente bajo la sombra de un gran árbol. Sus hojas eran teñidas por un fogoso color anaranjado, mezclado con un nostálgico clima.
Se llevó el último pedazo de pollo a la boca. Lo masticaba con paciencia. Como si no tuviera prisa de regresar a sus clases de matemáticas. Veía a sus compañeros platicar desde muy lejos. Hasta que se retiraron y únicamente ella quedó a solas en aquel lugar tan relajante.
—Hey.
Aquella voz la distrajo por completo. Dejó su almuerzo en el suelo y se limpió con delicadeza la comisura de sus labios.
Miró de quien se trataba.
Uno de sus compañeros se acercaba con una sonrisa. El castaño mantenía una mano escondida detrás de su espalda.
—Te estaba buscando, Mila.
La joven hizo el intento de sonreír, pero lo único que se formó en sus labios, fue una mueca sin gracia. Ni siquiera se tomó el tiempo de mirarlo hacia los ojos. Únicamente se enfocaba en la pista vacía de atletismo.
—Te traje algo, —continuó hablando el muchacho. —Sé que no es mucho, pero quería darte un obsequio.
El castaño extendió una flor, cubriendo el campo de visión de la muchacha.
Ni siquiera se inmutó en tomar el girasol. Su expresión de neutralidad, hacía que el joven se pusiera más nervioso.
—Escogí el girasol para que ilumine tu día. Así como tu iluminas el mío.
Rápidamente, Mila frunció el entrecejo. Continuaba sin dirigirle la mirada. Y mucho menos la palabra.
—Quería saber si, ¿te gustaría salir conmigo?
Entonces la rubia bufó. Se levantó de donde estaba y guardó los envases vacíos donde llevaba su almuerzo.
Aquel joven salió corriendo detrás de la niña. No planeaba aceptar un no por respuesta. No ese día.
—No me importaría tener que hablar con tu padre.
Mila, paró en seco. Sus ojos se abrieron más de lo usual. Y por fin lo encaró. La seriedad en su mirada se mantuvo.
Pese a encontrarse en el aire libre, aquel impacto resonó en casi todo el lugar.
Un tenue color rojizo, se tornaba en la mejilla derecha del muchacho. La bofetada de hace unos segundos, ardía cada vez más.
—Hipócrita.
Y con esas crueles palabras, Lyudmila se dirigió a su salón de clases. Mientras caminaba, pensaba en la acción de hace unos momentos. Sus compañeros la habían nombrado como "La reina de diamantes", ya que era imposible que ella mostrara un gesto diferente al de neutralidad.
Si bien, había agredido a alguien de un curso superior. No se arrepentía de ello. No le debía respeto y mucho menos a alguien como él.
Un par de días atrás había escapado de clases, por lo que los pasillos se encontraban vacíos. Aunque no era alguien que se entrometía en lo que no era de su interés. La mención de su nombre, hizo que escuchara detrás de la puerta del baño de hombres. Donde se veía involucrada en una apuesta sobre quien salía con ella.
Desde ese día, se mantenía más alerta de lo usual en su entorno. Sin embargo, sus clases no las pensaba pasar por alto, sobre todo cuando tenía la realización de unos exámenes esa semana. Por lo que en esos momentos se encontraba escuchando la aburrida voz de su profesor de historia.
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Sorrow
Fanfiction"Es irónico como las personas hacemos hasta lo imposible tratando de evitar el dolor y, es por lo que más pasamos en nuestras vidas" ═════════════════════ ≪ •❈• ≫ ═════════════════════ ATENCIÓN El fanfic que leerán a continuación es completamente...