CAPÍTULO 48

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Damian se mantenía de brazos cruzados y con la mirada en sus pies. No quería ver a su padre y menos escucharlo.

—Pudieron morir.

Llevaba más de media hora siendo reprendido. Sin contar las quejas de una muerte que nunca fue. Había pensado que el sermón de hace unos días iba a ser el peor del año. Pero no sabía cuan equivocado estaba.

—Ya sé, —se abstuvo a responder sin poder encararlo.

Era consciente de lo que había hecho. A pesar que intentó justificar sus acciones, no tuvieron valor alguno ante su padre.

Las ganas de refutar cada palabra del hombre se hacían presentes. Sin embargo, no quería sentirse como un niño inmaduro haciendo una rabieta. Dentro de unos meses cumpliría dieciocho años. Sería un hombre y debía comportarse como tal.

—Los herí de gravedad. Pero juro que no iba a matarlos.

—Están en coma, —mencionó Bruce.

—Pero vivos. Eso ya es algo.

Bruce negó y con la mano le indicó que parara de hablar.

—No quiero que vuelva a pasar.

Damian asintió y se levantó de la cama. No quería seguir discutiendo. Antes de salir, sacó algo de su bolcillo y lo entregó a Bruce.

—Gracias, —dijo el mayor con sinceridad al tener consigo El Ojo de Obsidiana.

—Jason tiene el de Ámbar.

Bruce jugueteó con el anillo. A diferencia de El Ojo de Ámbar; este era más oscuro y notablemente más rústico. Sin embargo, la forma de la piedra era idéntica que a la que poseía Mila. Volvió a observar el anillo. Tenía impregnada unas manchas de sangre seca. Se preguntaba si era perteneciente a Falcone; ya que al hombre lo habían encontrado sin el dedo anular de la mano izquierda y con la mano derecha a unos metros lejos del hombre; sin contar lo deforme que había quedado del rostro. Aunque también cabía la posibilidad que aquella sangre pertenecía a aquella niñita de cabellos dorados como el sol. Varya.

Damian vio a su padre observar el anillo. Se notaba satisfecho. Por consiguiente, él también. Era un gran paso para la familia. Sobre todo para la libertad de Mila. Solo faltaba El Ojo de Cuarzo y todo terminaría.

Sonrió por inercia al ver la reacción de su padre. Al inicio era Jason quien tenía el objeto. Sin embargo, había preferido dárselo al menor para tranquilizar a Bruce y así evitar un castigo. O al menos que no fuera tan severo. Lo cual definitivamente había funcionado. Agradeció en su mente a su hermano y asintió en respuesta a lo que su padre había dicho. Dispuesto a salir, caminó hasta la puerta, pero el llamado del mayor lo detuvo.

—Hijo. Tengo que decirte algo, —esperó a que Damian le indicara para seguir hablando.

A pesar del silencio que se había formado, el más joven dio un leve asentimiento para escuchar a su padre. Podía imaginar de qué se trataba. O de quien.

—Selina vendrá a cenar mañana.

Damian no se había equivocado.

Para Damian, la mujer era alguien agradable. Trataba bien a todos, incluso con él era muy amable. Completamente diferente a Talia. Pero se sentía como un traidor hacia su madre al sentir aprecio por Selina. Quería que su padre fuera feliz. Y tampoco quería decepcionar a su madre, quien le había dado la vida. ¿Qué debía hacer?

—De acuerdo, —fue lo único que pudo decir sin tratar de sonar tosco.

No esperó a escuchar nuevamente la voz de su padre y salió de la habitación. No le extrañaría que algún día su padre anunciara su matrimonio con Selina. Sin embargo, no estaba preparado para escuchar aquella frase. Desde hace un año y medio, ambos se notaban más cercanos. Lo cual no era algo que a Damian le molestara. Aún le era difícil responder a las muestras de afecto que la mujer le daba.

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