CAPÍTULO 27

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—Me esperaba algo más interesante, —la voz de Red Hood, distrajo a la joven; lo que obligó a dejar de ver el cofre y posar sus obres verdes en el hombre frente a ella.

Si bien, no habían abierto por completo la cajita, al menos ya no tenía seguro evitando tener que hacer un desastre para descubrir su contenido.

Lyudmila rió y sin dejar de sujetar firmemente el objeto, lo elevó hasta su rostro, — ¿ves los pétalos que moví para abrir la caja?

El del casco asintió y con un ademán, le indicó a la menor, que podía continuar hablando.

—Estos dos—, señaló los fragmentos—, los moví al mismo tiempo, porque representan el sol y la luna. ¿Sabes que tienen en común?

El antihéroe se quedó callado por unos segundos, aunque tenía una respuesta, no sabía que tan estúpido podía llegar a escucharse.

—Está fácil—, lo animó la joven.

—El cielo—, se limitó a decir con un poco de duda.

Ésta asintió y palmeó el hombro de su acompañante.

—Mi padre decía que el sol gobierna el mundo durante el día, mientras que la luna lo hace en la oscuridad. Sin embargo, nunca se pueden juntar; a menos que haya un eclipse.

—Y el pétalo de arriba, ¿qué significa?—, sin previo aviso, se quitó nuevamente el casco, de manera discreta.

—El fragmento que moví de último, representa el árbol de cerezo, —prosiguió contando—, siempre he pensado que es el más importante, ya que es el único que el sol y la luna, a la Tierra. ¿Qué te parece?

El muchacho asintió lentamente, sin dejar de ver esa cajita; aún no podía creer como todo podía tener un significado, por más sencillo que fuese, —interesante—, susurró.

—Lo es, —reafirmó la ojiverde—, cuando mi papá me regaló este cofre, fue antes de que cumpliera los tres años. En ese entonces, aún no nacía mi hermana.

El pelirrojo no le quitaba los ojos de encima, le fascinaba ver cada gesto que le joven hacía y como se tomaba el tiempo de explicarle.

—Mi papá dijo que mi madre era el sol y él era la luna.

—Y tú eres el cerezo—, completó con tranquilidad.

La joven movió la cabeza, afirmando a lo que acababa de escuchar. Con un poco de timidez, le tendió el cofre para que éste lo tuviera en sus manos y pudiera apreciarlo más tiempo.

Antes de tomar el objeto, volvió a ponerse el casco; miraba con tranquilidad cada parte de la cajita. No importaba cuantas veces la observara, siempre transmitía esa aura de incertidumbre, haciendo que un cosquilleo recorriera toda su espina dorsal.

— ¿Me das permiso de ver lo que hay adentro?

—Lo mío es tuyo—, respondió golpeando amistosamente el brazo del más alto.

Como si de un juguete se tratara, Red Hood abrió el cofre; sin embargo, lo que encontró ahí, no fue lo que esperaba.

— ¿Qué es esto? —, la voz del antihéroe denotaba que no estaba satisfecho y que posiblemente había esperado encontrar algo mejor.

Lyudmila se acercó para ver lo mismo que su amigo estaba viendo. Con un poco de curiosidad, se asomó para ver adentro y después tomar el cofre con brusquedad para sacudirlo, esperando que saliera algo de ahí, aunque fuera por arte de magia.

—Lo vas a romper—, regañó, arrebatándolo de sus delicadas manos.

— ¿Qué? —, dijo con sorna la joven—, ¿esto?, — arrebató nuevamente el cofre y volvió a sacudirlo—, esta cosa no se rompe, está hecha de...

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