CAPÍTULO 19

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Los rayos de sol que atravesaban la ventana, se fueron colando poco a poco en la habitación, hasta llegar a los ojos de la jovencita de cabellos plateados. Removiéndose con cuidado, restregó con un poco de brusquedad sus ojos, quitando todo rastro de suciedad y cansancio, además de querer verse decente para la persona que se encontraba a la par.

Levantando la vista, se topó con unos orbes vede azulado, que la observaban con diversión y, gracias a su aspecto, parecía que había despertado hace ratos.

—Buenos días, mocosa.

Aún aturdida por el sueño, rio por el comentario que su amigo le había dicho; no les molestaba que la llamara de ese modo, había llegado hasta el punto que le resultaba tierno el ser nombrada de esa manera por él, sabía que se lo decía con cariño.

De cualquier forma, esa alegría se esfumó de su adormitado rostro al sentir algo mojado en su mano izquierda; regresando la vista hacia donde había sentido el fluido, se levantó de golpe a casusa de la vergüenza que sentía en esos instantes. En el momento que se sentó, dio la espalda a su acompañante y cubrió su rostro con ambas manos, evitando así, que viera las tonalidades rosas que se intensificaban cada vez más en su cara.

Jason solo hizo que la muchacha aferrara un poco más las manos, haciendo que con cada risa se sintiera más insegura de sí misma.

—Ya, cállate, Jay.

Sin parar de reír, se posicionó de la misma manera en que Lyudmila se encontraba, pero a diferencia de ella, le sujeto amabas muñecas para que se dejara de cubrirse.

—Sólo es saliva, ¿qué tiene de malo?, —expresó, intentando quitar las manos del rostro de su amiga, que por alguna razón el trabajo se le volvía cada vez más complicado por el simple hecho de no querer ejercer demasiada fuerza sobre ella y lastimarla—, vamos, quítate las manos.

—Mojé tu camiseta—, chilló sin si quiera hacer caso a la petición, su estado delataba por completo la íntima humillación.

—Ya. Hazlo. Quítate las manos.

Logrando su objetivo, el rostro de la joven se fue exhibiendo poco a poco; los tono rojizos seguían presente, parecía como si hubiera contenido la respiración, lo cual era muy probable por lo agitada que estaba.

Titubeante de si hacerlo o no; la mano de Jason viajó hasta llegar al rostro de Lyudmila y colocar su pulgar cerca de la comisura de los labios; observándola detenidamente, pudo distinguir que la parte superior eran finos, mientras que la parte inferior de estos, era todo lo contrario; se encontraban ligeramente resecos, probablemente por haber mantenido la boca abierta durante toda la noche, pero a pesar de ello, no dejaban de verse apetecibles.

Apartando rápidamente la mano, el joven mojó su dedo pulgar con un poco de saliva y lo llevó al mismo lugar en el que se encontraba hace unos segundos.

— ¿Pero qué..., —Mila, apartó el rostro con asombro, al sentir el dedo mojado pasar por su boca—, agh, Jason, no. Qué asco.

— ¿Qué?, —se animó a preguntar el aludido, nuevamente contagiado por su intrínseca risa—, tenías un poco de saliva seca.

Agh, sí, pero no hacía falta hacer eso—, refutó limpiando todo indicio de humedad que quedaba por su boca.

Sin dejar de ver las expresiones de la Romanov, el pelinegro, volvió a recostarse; al mismo tiempo que jalaba del brazo derecho de su acompañante y, la estrujaba contra su pecho.

—Mila.

— ¿Sí?

Un silencio se formó entre los dos, sin embargo, les resultaba reconfortante encontrarse de esa manera. Solamente ellos dos, sin nadie más; sin Bruce, sin preocupaciones, sin peligro, sin pesadillas, sin dolor.

SorrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora