CAPÍTULO 62

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Ya era diciembre y la navidad estaba cerca. Aquel aroma a la primera nevada se sentía más presente con los días que pasaban; pero sobre todo, el festival navideño en el que Mila y Damian se habían estado preparando.

Damian se acomodó el violín nuevamente y volvió a arrastrar el arco emitiendo una delicada melodía al compás del recuerdo de hace una semana; donde, desde el marco de la ventana de su habitación, Mila había tomado asiento frente a él dispuesta a escucharlo.

<<Soy Robin>>, le dijo viéndola a los ojos. Mostraba seguridad, aunque sentía temor en ese instante.

La respuesta que Mila le había dado fue para tomarlo desprevenido. No estaba ni cerca de lo que imaginó escucharla decir: <<creí que Robin era más alto>>.

Concentrado en lo que hacía, Damian produjo otra nota con el violín sin dejar de sincronizarse a Mila, quien tocaba el piano con esa elegancia que lo caracterizaba.

<<Me querrías aun sabiendo que te mentí>> le había dicho el de cabellos negros siendo consciente de sus palabras. Unas con un gran peso. Pero a la vez honesta.

<<Te quiero>> fue la respuesta de la joven.

Cuando el silencio reinó. Damian abrió los ojos y se permitió percibir la luz de la habitación. Bajó la mirada para ver a Mila con una sonrisa.

—Creí que nunca terminarías, —le hizo saber—, pero debo admitir que fue hermoso.

El muchacho se llevó el dedo índice hasta el cuello y estiró sutilmente la camisa como si lo estuviera asfixiando. Estaba avergonzado por haber perdido la noción del tiempo cuando debía estar concentrado.

—Deberías extender tu parte como hoy. Apuesto a que dejaras a todos con la boca abierta.

Damian levantó la mirada para verla mejor. Sonreía y parecía entusiasmada. A diferencia de él, que con cada día que pasaba estaba más distraído por el maldito festival. Incluso, su primera misión parecía un juego de niños a diferencia de la presentación.

—Debo irme, —le hizo saber Mila—, le prometí a Jason...

El muchacho negó soltando un bufido. —Déjame adivinar. Van a hablar de Jane Austin, —sin darse cuenta que había pensado en voz alta, guardó silencio abruptamente.

Pese al disgusto en su voz, la joven rió ante esa declaración ya que ni siquiera hacía falta decir las cosas para saberlas. No si se trataba del tiempo libre de Jason Todd.

La Romanov caminó hasta la habitación de Jason y tocó un par de veces esperando a que este saliera. No sin antes pasar trayendo algo que le daría más tarde.

Se balanceo con la punta de los pies y miró hacia los lados como si fuera lo más interesante. Vio la calefacción que debía cubrir todo el pasillo y no hacía el mínimo de justicia para apaciguar el clima frío de diciembre. Se preguntaba cuándo había sido la última vez que le dieron mantenimiento cómo para que no calentara nada el lugar.

—Tardaste.

Por instinto, la joven retrocedió ante el susto que Jason le acababa de dar; quien ni siquiera la dejó hablar cuando ya la había tomado de la mano, guiándola hacia adentro de la recámara.

Ambos se acomodaron en la cama. Jason con las piernas estiradas y con el libro entre sus manos listo para leerlo en voz alta. A lo que Mila solo se recostó en las piernas del muchacho lista para escucharlo.

—He luchado contra mi buen juicio, — Jason recitó ansioso cuando por fin, después de una hora leyendo, había llegado a uno de los fragmentos más esperados—, contra mi familia, la inferioridad de su cuna, mi rango y muchas cosas más pero estoy dispuesto a dejarlas a un lado y pedirle que acabe con mi agonía.

SorrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora