CAPÍTULO 34

118K 7.4K 10.5K
                                    

______••Posesividad••______

Venus

Un día después

Genial, ni siquiera me dió chance de hablar con Marcus, y todo porque mi caprichoso jefe me require con él a donde sea que tenga que ir. Mario brilla por su ausencia, se quedó con el escuadrón y aunque lo he estado llamando desde que llegué, me manda al buzón.

Siento que serán unos días muy intensos y más al tener que verle la cara a la hija de Giovanny, ya el dolor de cabeza no será Megan, pero si Savannah. Necesito algo que me ayude con el estrés o me dará un infarto.

—Venus, date prisa —me grita Arturo desde la sala.

De mala gana, arrojo la última prenda en mi maleta, cerrando y tomando la cartera para guardar lo necesario. Hago un repaso mental, pensando si no olvidé nada y si empaqué lo que quiero.

Lo único que me mantiene algo tranquila es el hecho de que ya estoy pensando como haré mi primera jugada, no será ahora, pues necesito algunas herramientas y las conseguiré poco a poco, no puedo precipitarme.

Salimos del edificio, al llegar a la mansión, bajo topándome con Dimitri que al parecer se está divirtiendo con un nombre, haciéndolo corre por los alrededores de la gran fuente, jugando con su comida para después clavarle los dientes como lo hace.

—¿Quién es ese? —le pregunto a Arturo cuando baja del auto..

—Un policía soplón.

Lo único que me preocupa es que el perro se ensucie y me toque llevarlo para que le den un baño.

Dejo el equipaje en el carro, me acomodo el borde del vestido de seda azul cielo que traigo puesto, a juego con un par de tacones bajos. Debería estar más cómoda, pero hace calor y quería vestirme así. Los moretones están desapareciendo, el de la frente casi no se ve, pero aún así me apliqué algo de maquillaje para ocultarlo.

Entro por las puertas principales, no me he adentrado por completo cuando veo a la mujer que sostiene a un pequeño niño entre sus brazos, dándole un biberón, pero él está tan embravecido que hace que se le caiga al suelo, derramando el contenido.

Haga lo que ella haga, él sigue llorando como loco, recordándome lo que duele muy en el fondo, pero no de manera agonizante, sino de esa cargada de vagos pensamientos parecidos a anhelos de que si aquello no hubiese ocurrido, quizás yo ahorita estuviera en las mismas pero...

No sé si es por inercia o locura, pero me acerco, soportando que mi cabeza se llene con la imagen de su madre; esas veces en las cuales buscó sobrevalorarme y creerse lo que no es ni siquiera ahora cuando quedo cerca de la mujer, mirando al niño y lidiando con el temblor en mis manos.

Es muy hermoso, no puedo negarlo y tampoco luchar contra lo que mi pecho siente en el momento en el que llorando, me mira y estira sus bracitos para que lo cargue, cosa que no haré.

Retrocedo y recojo el biberón, pidiéndole a la empleada que limpie todo. La niñera sigue con su trabajo, dejando al pequeño en la carreola, para ella poder tratar de darle un poco de pure de fruta que traen. Miro lo que hace y el que él no deje de observarme con los ojitos llenos de lágrimas, algo sorprendido quizá por el color de mi cabello.

Verlo, solo me hace daño, porque sí, es hijo de la mujer que quiero descuartizar y del hombre que aparece hablando por teléfono, notando que ya estoy aquí, mirando a su hijo el cual lanza al suelo el juguete que la chica se esfuerza porque tome y se calle, pero es imposible.

Herodes sale por la puerta en dirección al jardín, y matando mis ganas de seguirlo, aparece también Savannah, yéndose detrás y haciendo que me quedé aquí, tome el juguete y se lo entregue al pequeñín, pero suelta a llorar y de momento mi cabeza duele; con la punzada fastidiosa que me hace morderme el labio y apartarme, o haré algo que no debo y me pesará.

ARMAGEDÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora