CAPÍTULO 41

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______••Embrujo••_____

Venus

Me siento acalorada, las sábanas pesan sobre mi cuerpo e inestable, me levanto luego de ser prisionera de una gran cantidad de sueños agobiantes y sin sentido.

La figura de Cleopatra saliendo del baño no me sobresalta ni nada parecido, es la encargada de la limpieza, supongo que estaba aseando algo.

—Buenos días, señorita —toma una bandeja de madera que deja sobre mis piernas, es como una mini mesita—. Un té para el malestar y también su tratamiento.

—Gracias, Cleo —me acomodo el cabello— Puedes llamarme Venus. Solo eso. Deja el señorita de lado.

—No creo que al señor le guste tanta informalidad en mi trato hacia mi jefa.

—Ya tú misma lo has dicho. Soy tu jefa. Hablaré con él para que no te regañe.

—Gracias, señori... Venus—se corrige— Acabo de preparar su baño aunque no me lo haya pedido.

—Perfecto, tomaré una larga ducha para bajar a desayunar.

—Ya el señor desayunó. Su comida está solo de servir cuando baje, ¿Comerá al salir?

¿Ya comió? ¿Sin mí? ¿Estará molesto por pasarme de copas?

—¿Qué hora es?

—Las diez, casi las once.

«Mierda»

—Comeré solo algo ligero. ¿En dónde está él?

—En el balcón, dibujando en una libreta.

¿Dibujando? ¿Es enserio?

—Cleo, ¿Puedes decirme qué tienes pensado para el almuerzo?

—Al señor le gusta comer justamente cuando son las 12 así que... Me queda una hora para preparar algo, pero quería saber qué desea usted.

—Déjalo. Yo cocinaré, pero necesito tu ayuda.

Su rostro se ilumina con una alegre sonrisa.

—Lo que desee. Estaré en la cocina esperando por usted.

—Recuerda tutearme, por favor.

—Es difícil concentrarme cuando la veo, señorita.

Eso sonó extraño.

—¿A qué te refieres?

—Pues, es muy hermosa, parece una sirena.

—Eh, gracias —digo no muy convencida—. ¿Desde cuándo trabajas para él?

Dudo que sea una empleada que contrataron por arte de magia. Siento que a ella la he visto antes.

—Desde hace mucho tiempo. No creo que me recuerde, pero nos vimos en el departamento de él hace dos años.

Mi memoria no ayuda en este momento, no lo recuerdo.

—¿Y por qué te trajo justamente hasta aquí?

—Quizás porque fui su nana durante una pequeña parte de su niñez y ahora quiere que esté aquí sirviéndole a usted.

¿Su nana? Interesante.

—Me ducharé y bajo —le aviso— ¿Puedes no decirle nada?

—Descuide.

—Venus —le recuerdo.

—Ok, Venus. No le diré nada. Me retiro.

Siempre en el desayuno, se ha tomado la molestia de dejar mi tratamiento sobre la mesita de noche antes de yo despertar. Quizás Herodes le dió más indicaciones de las necesarias y ya veo el por qué.

ARMAGEDÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora