CAPÍTULO 83

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••Chantajes••

Herodes

Finlandia, Ívalo.

Distribuyen las armas en la amplia mesa. Son modelos Alphers y en este momento Julián Adams está explicando un poco las mejoras que le hizo a estos nuevos diseños.

Ahora de un lanzacohetes.

—Munición de 80 mm PG-9V, granada antitanque HEAT, para lanzador SPG-9M – alcance efectivo 1000 metros con las mejoras Alphers. El diseño pasado solo abarcaba 800 metros, mi Alpha.

Aprobé lo que me envió, se veían bien, pero ahora necesito verlos antes de que los empaquen y guarden en donde deben ir.

Me gustan las mejoras. Fijo mi atención en el otro modelo. Los cohetes de los RPG-7 son letales y pueden atravesar blindaje de hasta 7p centímetros y tiene capacidad para dañar tanques.

Reviso que tengan el sello de las dos A entrelazadas.

—Bien con estas —apruebo las que ya vi— Prosigue con las AA.

—La AA-47, AA-73 y el modelo mejorado de las glocks...—las organiza

La primera es una mejor versión de una Ak-47 y el otro modelo es uno muchísimo mejor que la AA-47. En vez de las siglas originales pedí que las cambiarán por las de mi sello.

Si pudiera pasar el día hablando de armas, lo haría.

—En la sala de controles ya revisé la transmisión del satélite —aparece Martin— Todo sin novedades, Alpha. El sistema de los helicópteros ya está sincronizado.

—Ajá —tomo asiento, acariciando el anillo que ahora adorna mi dedo—. Procede, Adams.

Lo sigo escuchando hablar sobre mis armas. No quiero errores. Si ahora tiene el puesto de Mario, al menos espero que sepa estar a la altura y ser siempre innovador, aunque sé que es más leal a Adler que a mí. Todavía no se me olvida esa traición.

—Se convocó una reunión del tratado de paz —me hace saber Dan.

—¿Para cu...?

La pregunta no se concreta porque mis ojos captan a Adler regresando de su revisión médica y, su cara no me deja centrarme en otra cosa que no sea pensar en el motivo de esa expresión decaída.

—Quiero privacidad —les ordeno a todos.

Se alejan a hacer otras cosas y me levanto de donde estaba. Termina de llegar, cruzándose de brazos.

—¿Por qué esa cara? —con el dedo le alzo el mentón para que me mire— ¿Umh? ¿Todo bien?

—Sí —me extiende los análisis— Todo progresando como se espera.

—¿Y eso no te agrada?

—Claro que sí —sacude la cabeza y cambia el semblante de repente a uno más alegre— Estoy bien.

No me lo parece.

—La necesitamos —Radovan viene a buscarla.

Levanto la mano para que se calle y conserve la distancia.

—¿Segura que estás bien? —insisto.

—Lo estoy —suelta un suspiro—. Iré a trabajar.

La zozobra me punza el pecho, en lo que se va «algo le pasa, se saltó la parte de darme un beso» aprovecho a revisar los análisis en busca de alguna mala noticia. No hay nada. Toda marcha mejor que antes, no hay alteraciones o daños insistentes.

ARMAGEDÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora