CAPÍTULO 57

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____••Antagonistas••____

Venus

Si tuviera que describir con palabras de qué se tratan o cómo son las revoluciones tan enloquecedoras y abismales que se desatan en mi pecho por culpa de Herodes Blackwood, no podría. Lo odio. Pero me atrae tanto que si en este momento tuviera la oportunidad de matarlo, no podría.

Son más grandes las ganas de regocijarme en la obsesión tan arrolladora que me invade cuando siento lo muy íntimo que nos envolvemos, dejando todo de lado. Porque sí, en este momento no parece el mismo de siempre, está haciendo una gran excepción, tal como lo aseguró antes de empezar esta relación en donde nos hundimos, marcándonos sin piedad.

La sincronía de sus labios en los míos es posesiva, apasionada e intensa; devorándome sin soltar el agarre de su mano en mi rostro y la otra en mi nuca, enredándose en el nacimiento de mi cabello para que no salga del auto tal como lo pensé hace unos segundos. Huir, eso iba a hacer, aunque estuviera lloviendo a cántaros allá afuera.

Estoy embelesada. Mi cuerpo reacciona solo para aferrarme a su camisa y atraerlo hacia mí. Deseo sentirlo más. Olvidar lo molesta que estaba con él por desconfiar. Pero es difícil adaptarme a este hombre que ahora solo me besa o folla a mí. Cada partícula se calienta, aguando inmediatamente ese palpitante centro entre mis piernas.

Perdí el tiempo de cuánto llevamos besándonos así de necesitados. Pero es impresionante que no hemos dado un paso más para acabar con la tortura carnal y bestial que nos posee. En este momento la soportamos, besándonos como si fuese la última vez y tuviéramos que disfrutarla al máximo.

Llega ese importante tiempo en que, pese al majestuoso beso, mis pulmones piden desesperadamente aire y debo tomar una bocanada, dejando caer el rostro. Su labios quedan sobre mi frente y el agarre igual. Yo no quiero soltarlo, y él parece que tampoco.

Respiro agitada, los labios palpitan deseando más y acelerando el pulso en cada rincón de mi cuerpo. Vuelvo a respirar hondo. Cerrando los ojos.

—Confío en ti —se lo digo sin titubeos, respondiendo la pregunta que me hizo hace un rato— Pero es imposible no molestarme cuando esa salamandra me lo dijo con tanta seguridad. Creí que...

Levanta mi rostro, buscando mis ojos. Dios. Jesus. Bendito. Sus orbes están endemoniadamente dilatados, oscurecidos y con una chispa de lascivia tan severa que eriza mis vellosidades cuando mis ojos caen en sus hinchados labios.

—Lo mismo me pasa cuando Judas está cerca de ti —musita con pausa y algo de rabia contenida— Juro por el diablo, que estuve a nada de ir por ti y echar todo a la basura. Pero debo controlarme. Tendremos muchos trabajos parecidos. Y como te dije una vez, eres mi primera deseada novia, debo hacer acopio y buscar paciencia aunque no la tenga.

La mano que estaba en mi nuca, se acuna en el otro lado de mi cara, acarolándome cuando ambas se mueven hacia atrás de mis orejas, presionando con sutileza que me hace cerrar los ojos, abriendo los labios al desinflame como un globo. Se siente tan bien.

—Lo dices como si fuera muy importante para ti el que sea tu novia —comento.

—Lo es. Quizás pensarás que di ese paso solo para tener las bases y excusas perfectas para tenerte cerca de mí. Pero no es así. En el pasado, cuando quise de verdad arriesgarme a algo contigo, te arrebataron de mis manos, luego casi muero, y al ir por ti, tuve que dejarte...—aprieta los labios— Te voy a preguntar algo. Espero una respuesta. Solo si deseas.

En este punto no deseo discutir, y de verdad que yo también deseo preguntarle algo, sin importar si duele o no.

—¿Por qué antes no me habías dicho que estabas...? —respira hondo y cierra los ojos, por su expresión tan tensa, veo que le afecta y eso me acelera el corazón porque se ve, decaído, ¿Impotente?— Embarazada... ¿Por qué no me lo dijiste?

ARMAGEDÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora