CAPÍTULO 06

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_______•• Penumbra••_______

Herodes

Me duele el pecho, como siempre que los recuerdos me atormentan.

La fina capa de humo rojo cubre todo el lugar volviéndolo una especie de cueva entre tinieblas con olor a sexo, cuero y lubricantes.

Los cuerpos bien proporcionados se mueven con muchísima sensualidad en los tubos de pool dance y la base del cristal negro en donde dos se tocan, metiéndose los dedos, llenando el aire con el sonido de los gemidos que se unen con los de alrededor.

La poca iluminación vuelve todo un ambiente sórdido, entre paredes de cuero y decoración parecida a la de la época medieval, con cadenas por todos lados, látigos, varas... El negro es el protagonista, luego el rojo que resalta en algunas mesas y en el resto del inmobiliario. El lugar es inmenso, lleno de perversión y lujuria. Son tantos tipos de olores que refrescan mis pulmones porque últimamente he sentido que ningún otro ambiente me llena tanto.

Cierro los ojos empinandome el vaso, dándole un largo sorbo, quemando mi garganta con el vodka sin hielo que baja incendiando todo a su paso, relajando más mis extremidades.

—Señor, cuando quiera— me dice al oído.

Sus manos se siguen deslizando por mis hombros, acariciando con una fuerza adecuada, regando el aceite con olor a chicle, dando el masaje que suelo acostumbrar a recibir cuando siento que estoy a punto de estallar, pero esto lo calma un poco.

—Sigue— le ordeno sin más.

El shows que tengo en frente es para mi y las mujeres se lo disfrutan, insinuandose para que me las lleve a una sesión, siempre quieren eso, vienen como putas rogando, arrastrándose en cuatro patas, ronroneando como gatas en celo que se soban en mis piernas, buscando caricias en el cabello, pero no se las doy, con un gesto de fastidio la mujer que tengo al lado entiende lo que quiero, las manda a sus sitios, a volver a la base di cristal a darse el placer que yo no les daré, simplemente porque no me apetece estar con nadie.

Vuelve al masaje, sin pasarse de los límites.

—Siempre tan deseado, mi señor.

En los altavoces suena Go fuck yourself y separo más las piernas poniéndome cómodo dejando la cabeza contra el espaldar la silla en la que estoy siendo mirada por las dominantes que están cerca, algunas pasan con disimulo, una que otra tiene la valentía de enviarme recados con la esclava que  sostiene la bandeja con mis botellas.

Un sumiso aparece, solicitando la presencia de la mujer que me está atendiendo, sabe que no puede irse, da una orden y sigue con su trabajo pero la tomo de la muñeca dejándola en frente de mi. Miro su atuendo, consiste en un vestido de cuero con escote profundo, tacones, el cabello en una coleta alta y en su rostro un maquillaje sensual que resalta con el labial negro que lleva en los labios.

—Arrodíllate— me bajo la bragueta, sacándome el miembro hinchado y con las venas marcadas, lo mira con una sonrisa de hambre y ojos iluminados—. Chúpala como me gusta.

—¿Puedo tomarla?

—Si.

Con la mano la toma, llevándose la punta a la boca, comenzando con una mamada mojada, succionando mis testículos, dejando saliva en el proceso, vuelve a tenerlo en la boca y dejo las manos sobre los brazos de la silla, sin dejar de mirar la escena que tengo en frente.

Se lo lleva a la garganta en varias oportunidades y se siente tan bien, saber que puede ahogarse pero no lo hace porque es una experta, aguanta como una hembra, metiéndolo con rapidez, deslizando los labios, regando la humedad. Gimotea en todo momento, chupándolo como si fuese una paleta y si antes tenía la atención de las dominantes que no están para nada mal, ahora no saben cómo dejar de mirar como alguien más está entre mis piernas, dándome el oral que estoy seguro ellas quisieran hacerme durante horas.

ARMAGEDÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora