CAPÍTULO 48

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___••Solos los dos••_____

Venus

Con excusas bien pensadas, logré que el jefe viniera a su casa y pase el día aquí, así se reuniría con las personas que entran a su estudio cuando les doy el aviso.

Camino detrás de ellos, quedándome de pie cerca de la puerta cuando ambos toman asiento. En el aire pulula el nerviosismo de Yasmín y aunque ya Kilian la había tranquilizado, ahora el mayor problema es el despectivo ser que está muy cómodo en su costosa silla, repiqueteando los dedos en la madera del escritorio.

«Esto no saldrá nada bien».

Como de costumbre, su rostro es neutral y en esos orbes azules hay una frialdad más grande que la del polo norte o sur.

—Tienen 10 minutos para comunicarme lo que sea que los haya traído aquí cuando no se los he ordenado —espeta con dureza.

Siempre tan odioso, ni siquiera mis besos lo hacen ser más afable. Tuve que sentarme sobre sus piernas hace un rato y distraerlo de una manera muy provocativa, alivianando su humor, ya que conmigo siempre tiene uno menos tenebroso. Sin embargo, su genio indeseable volvió en menos de nada.

—Señor... —Gill es quien toma las riendas— Lo que le diremos no será de su agrado, y antes de que lo sepa, quiero reiterar toda mi disposición para lo que sea. Trabajaré el doble, recibiré los castigos y cualquier reprimenda que quiera impartir...

—No soy adivino. Habla sin rodeos —ordena cansado.

—Bakhash y yo nos acostamos desde hace mucho tiempo. Tenemos una relación algo fuera de lo permitido...

Su voz se corta, está asustado, la presencia del Alpha puede arrodillarlos si así lo desea. El escuadrón debe venerarlo y adorarlo; eso se nos enseñó: todos los respetan demasiado.

—Dime algo que ya no sepa, Gill —sobrepasa la antipatía la decir eso.

—Señor... Nosotros...

—Nosotros estamos esperando un bebé —suelta Yasmín, sorprendiendo al moreno y a mí que me quedo mirándola—. Rompimos las reglas, estoy esperando un hijo y no pienso deshacerme de él...

El ambiente se torna incómodo, el Alpha está verdaderamente molesto, se nota y sus ojos viajan precisamente hasta mí, gritándome que soy cómplice y no le comenté nada.

Hago un gesto sutil, pidiéndole bajito que los escuche, pero mueve el cuello, enarcando una ceja «Caso perdido».

—¿Y?, ¿Quieren que sea el padrino?, ¿Quieren que pague el baby shower o que les regale los pañales? —es tan hijo de puta como siempre, escupiendo sarcasmo venenoso y despreciable—. Ambos están en serios problemas.

—Señor... Yo correré con todos los castigos y lo que quiera sentenciar —asegura Gill—. No le pediré piedad, no la conozco y sé que usted tampoco. Pero si alguien tiene la culpa, soy yo, la acepto...

ARMAGEDÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora