CAPÍTULO 24

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___________••Planes••____________

Venus

Llevamos dos días aquí en Toronto y no he estado sino de aquí para allá con mi jefe y el ministro. No paran de estar en encuentros de todo tipo y literalmente lo más que duran en un lugar es unas dos horas.

Detesto haberme traído solo un par de botines altos y tacones; los he tenido que usar y no aguanto los pies. Tampoco he podido ir a comprarme algo, hacer de Mario no me deja tiempo para moverme dos metros lejos del pelinegro que en este momento se está alistando. Son las 9 de la mañana y sigo con algo de sueño, anoche no pude descansar bien, las ganas no me dejaron y no pude deshacerme de ellas en ese momento.

Puede que no sea guardaespaldas, pero es más complicado el trabajo de mano derecha; tiene que estar presente en cada conversación que tenga con alguien, analizar los pro y contras, estudiar ls conducta de los demás y grabarse casa cosa por si el jefe pregunta algo que él no escuchó ya que le pareció menos importante.

«Pobre Mario, todo lo que debe hacer y aún así tiene tiempo para mantenerse tan papucho y bello» dice Per y San esconde la expresión de que está de acuerdo a lo que dice.

No lo negaré, Mario está cómo para chupárselo como paleta pero... No debería estar pensando babosadas, ya con Marcus tengo suficiente y con el hombre que me ha dado como cajón que no cierra en los momentos que se puede. Sigue con eso de no dejarse tocar, me sostiene las manos; las sujeta con lo primero que se le atraviese.

Claramente no me dejó, aunque me muera de ganas, me quito lo que me ponga e intento hacer lo que me gusta, pero resulta difícil, el muy idiota no se deja manipular.

—Oye, te ves hermosa —me dice Astrid antes de tomar asiento en el brazo del sofá— ¿Deseas algo?

—Estoy bien. Gracias.

Viste un traje beige y tacones a juego. Lleva el cabello recojido y un maquillaje suave sin sombras o labial fuerte. Desde que llegué, sigue intento agradarme o al menos sentir que puede platicar conmigo.

Clavo la mirada en el florero que tengo al lado, pensando y divagando en un par de cosas ilogicas, pero que se quedan mi cabeza durante unos minutos. La mujer carraspea y la noto mirándome con una pequeña sonrisa en los labios.

—Eres de poco hablar. Te pareces mucho a tu jefe; distante y de esas personas que emanan terror del que aleja allá demás.

—Mi lengua se mueve solo de vez en cuando —respondo— No soy muy sociable.

—Me agrada. Tienes un enigma muy peculiar ¿Me visitarías si te invito algún otro día? Ya sabes, para salir y distraernos un rato.

Enarco una ceja.

—¿Carece de amigas?

—No. Pero desde que vivo con Charles, aprendí a mantenerme alejada de las personas que sólo fingen quererte para estar más cerca del poder y los escándalos.

—Eres muy reservada entonces.

—Si. Me importa más mi familia. No pasa nada si estoy el resto del día aquí. También debo estar en la empresa o en mi tienda de ropa interior ya que desde que dejé el modelaje, me dedico a eso.

«Agarra confianza muy rápido». Me cruzo de piernas poniéndome cómoda.

—Ok. En realidad yo tampoco salgo mucho. Me la paso trabajando y como verás, no me queda mucho tiempo para mí.

—Se nota. Si quieres, cuando vaya a Montreal puedo avisarte y nos tomamos un café.

—Me parece bien. No le hace mal a nadie salir un momento a platicar.

ARMAGEDÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora