CAPÍTULO 59

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_______••Declive••_______

Venus

Un día y medio después.

Tengo una jaqueca horrible, los ojos me duelen y aunque más es el tiempo que duro dormida que despierta, siento un cansancio horrible en todo el cuerpo.

Las fuerzas me las ha arrebatado lo que me inyectan cuando estoy dormida, porque sí, lo he notado, en los brazos se me hacen marcas rojas parecidas a una picada de mosquito o abeja.

Saben que soy un peligro estando consciente, por ello, me mantienen adormilada. La rabia burbujea en mi interior. Molesta e irritada de que nos tienen en una especie de contenedor, cuatro paredes, pequeña puerta sin rejas o ventanilla. Nada por donde podamos escapar. Solo dos bombillas blancas que mantienen el espacio alumbrado; la claridad va incrementando el dolor de cabeza.

Me remuevo en el suelo, estirando el torso, sintiendo como si mis costillas estuvieran oxidadas de una forma dolorosa. Carajo. Estoy entumecida.

—Hasta que por fin —reprocha una voz algo afectada y mis ojos viajan hasta ese cuerpo sentado en el retrete que hay en la esquina— Te perdiste la comida. Estabas dormida, y, como no despertaste antes de que se la llevaran, me comí tu ración. Me disculpo de ante mano si ahora mueres de hambre —finge remordimiento— Para la próxima, quizás intente levantarte.

Aprieto los labios, cerrando los ojos a la vez que tomo una gran bocanada de aire. Deseo levantarme, o al menos sentarme para poder pensar con más claridad.

—Qué mal debo estar pagando como para que me encierren contigo —le digo sin titubeos. Dios. La garganta me duele horrible, poco puedo pronunciar bien—. Esto será una pesadilla.

—Te aguantas. Es todo lo que hay. Somos prisioneras ahora. Es la primera vez que estoy tras las rejas —se acomoda el pantalón—. Esto mancha mi correcto expediente.

—Tu correcto expediente lo mancha la cara de arpía que tienes —ruedo los ojos, sentándome con dificultad.

—En tu estado, no es lógico que me tientes... Mírate y mírame...—se acerca, sintiéndose más que yo— Los sedantes te afectaron más que a mí.

—¿Y? —enarco una ceja— En condiciones peores me he defendido, ¿Quieres averiguarlo?

Bufa, sacudiendo la cabeza.

—Es tonto que nos estemos odiando en vez de hablar sobre soluciones —se sienta en frente, pero contra la pared de modo que estamos a una buena distancia.

—Eso debería decirlo yo. Tú eres quién empezó a lanzar veneno.

—Era para que la adrenalina fluyera en tu cuerpo y no volvieras a quedarte dormida —miente, lo sé porque el sarcasmo es algo muy propio de Enola Saldana—. Ahora... Creo que estamos en una prisión de máxima seguridad.

—No soy ciega —espeto— Eso es obvio. Esta celda no es la de cualquier lugar. Me sorprende no ver alguna cámara en el techo.

—Tampoco ventilación —mira el techo— En cualquier momento comienza a helar.

El frío me ha causado algo de hipotermia; recordándome que dependo de pastillas para mejorar. Se supone que solo debía seguir con el tratamiento hasta diciembre.

«Debemos salir de aquí»

—Creo que...—llevo la mano detrás de mi cuello, sobándome— Todavía tenemos probabilidades de que nos vengan a buscar.

Enola suelta una carcajada amarga e irónica.

—Claro, así como fuimos a buscar a Helen. Es mejor no soñar.

ARMAGEDÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora