CAPÍTULO 50

142K 6.5K 8.8K
                                    

_____••Negociaciones••______

Megan

Día tras día estoy rodeada de calamidades, blasfemias, manipulación y retorcidos planes que me dejan más al fondo de donde estoy, poco a poco, con esto ya me catapulto a más profundidad.

«Es necesario. No seas cobarde» me repito una y mil veces en lo que sigo avanzando por el amplio pasillo, acompañada de mis dos escoltas; ambos cumplen las órdenes del maestro que controla los hilos atados a mis extremidades, moviendo con sigilo cada uno de mis pasos, decisiones... hasta la forma en la que respiro.  Porque no soy más que un títere de la mafia rusa, buscando sobrevivir, todo por mi hijo.

Nos detenemos en frente de las puertas dobles de madera con pomo negro, brillante, oscuro como el aura cernida sobre mi pecho.

Paso saliva, ahogando mis emociones. Levanto el mentón, decidida a empezar con esto de una vez por todas. Una vez estoy preparada, hago un leve asentimiento de cabeza.

—Abran —pido.

Los dos rusos abren las puertas para mí, entrando detrás cuando irrumpo en la oficina de uno de los tiburones más peligrosos de la ciudad.

—Buenas tardes, Efren Russel —le sonrío cuando su rostro se torna confuso y sorpresivo—. ¿Cómo estás?

—Pero qué demonios...

—Evitemos utilizar lenguaje ofensivo o vulgar —tomo asiento— Vengo en son de paz.

—Es la primera vez que te veo por aquí, eso dice que no vienes en son de paz —dice estoicamente, mirando a mis escoltas— ¿Qué quiere la mujer que es primicia a nivel mundial?

Mi corazón se quiebra al escuchar eso, pero dispuesta a no dejarme intimidar, carraspeo.

—Hablar de negocios contigo —respondo.

Se relame los labios varias veces, mirándome solo a mí.

—¿Qué quiere Megan Gelbero hablar con un ex amigo de su madre?

—Asuntos en donde yo llevaré la batuta a partir de hoy. Mi madre murió, pero yo sé perfectamente todo lo que hacía, y tú estás incluído en eso.

—Tu madre era mi rival. No hay nada en lo que me hagas involucrar. A menos que quieras acostarte con alguien como yo. Puedo hacer una pequeña excepción. Mi esposa no se enteraría.

Un asco inmenso avasalla mi interior, produciendo ganas de vomitar. Es un asqueroso hombre. Debo mantenerme serena, no caer en provocaciones.

—Ya tienes suficientes mujeres para acostarte. Yo prefiero coger con alguien de mayor estatus —digo aunque me sienta sucia—; Un Blackwood, por ejemplo.

—Ah claro. Eso todos los sabemos. El interés ante todo, Megan. Saliste igual que tus padres, infiel y promiscua.

—De mi padre puedes decir lo que quieras —trueno— Pero de mi madre no vas a hablar.

—Puedo hablar de quién yo quiera. Estás en mi centro de trabajo, mi oficina y territorio ¿Crees que puedes venir a imponer? ¿Qué harías si le aviso a la mafia alfa que estás aquí?, No dudarían en venir a buscarte. Me tratarán como a un Dios si te entrego.

La saliva se atasca en mi garganta, elevando el miedo interior. «Sigue con tu papel» me repito.

—No puedes creerte un Dios cuando esa porquería de organización alaba a un demonio como lo es Herodes Blackwood —me burlo, procediendo a lanzar en su escritorio la carpeta que traje—. Y no llamaras a nadie porque si lo haces, tu esposa tendrá esto y también todo el gabinete de abogados que trabajan para ti...

ARMAGEDÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora