CAPÍTULO 49

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_____••Ardiendo••______

Venus

El plan de ayer era comer en la playa después de coger, ducharnos, pero el calibre y mi jodida salud, no me lo permitieron, tuvimos que pedir algo para comer y platicar en el balcón, mirando el mar. No quedó de otra.

Por suerte, esta mañana tomé mi tratamiento, hice algo de ejercicios y me dispuse a desempacar mientras él dormía y Dimitri comía su desayuno. Estoy despierta desde las 5 de la mañana, no pude conciliar el sueño después de tener las tormentosas pesadillas que no se van.

Suspiro hondo.

Muero de hambre, pero según Dan, tenemos un itinerario. ¿Quién rayos planea todo con lujos y detalles?: Solo el minucioso de mi jefe, quizás para que nada salga mal.

Quisiera despertarlo, ya son las 9, anhelo salir de este encierro, pero no sola, me gusta amargar su paz, es divertido. Además, tengo estupendos trajes de baño para usar, ya me ocupé de las marcas, con maquillaje contra agua y la crema que Arturo me facilitó, hace magia.

Herodes Blackwood es un demonio que castiga y estremece mi efímera paz, pero no de forma hostigante, no, es de esa atrayente, obsesiva. ¡NO PUEDE SER! ¿Me siento bien estando tanto tiempo con él? ¿Qué pasó? ¿Por qué siento que lo tengo cerca aún estando en la habitación y yo aquí llenando dos vasos con zumo de naranja?

—Dimitri, vamos a despertar al dormilón —tomo la bandeja en donde reposan los jugos y algunas croquetas—. Espera... Se me olvidaba algo.

Abro la pequeña bolsita que me equipó Cleopatra, fue muy servicial en empapacar lo necesario, en eso van incluidas las pastillas del día después. Me tomo una y sigo mi camino.

Al estar dentro de la habitación, abro las cortinas dejando entrar la fuerte y resplandeciente luz de la mañana. El azul del mar es hermoso, pero no tanto como el suculento y soberbio Dios mortal que sale del baño, desnudo, secándose el cabello con una toalla. Su piel brilla, algo húmeda, el color de sus ojos es más único en las mañanas y también su erección de campeonato. Anoche no lo hicimos, y creo que eso le suma más potencia a la pronta cogida.

—Buenos días, preciosa.

—Buenos días —me muerdo el Interior de la mejilla, ansiosa.

—¿Ya comiste sin mí?

Sacudo la cabeza, señalando la mesita en donde dejé lo que traje.

—Un pequeño desayuno ya que tienes todo planeado, y deseo ajustarme a tu itinerario.

—Bien —toma ambos jugos, acercándose hasta mí, haciendo entrega del mío— Amanecí deseoso, pero no dejaré que eso arruine mi genio, hace mucho que no me permitía despertar sin pensar en trabajo.

—Al regresar, tendremos mucho por hacer.

—Ya lo hablaremos después.

Tomo de mi jugo.

—¿No quieres croquetas?

—No me gustan.

—Más para mí.

—Nunca dejas de comer —sacude la cabeza.

—Eso no es novedad, señor.

—Estamos de descanso, y, eres mi novia, evita llamarme así durante lo que queda por estar aquí —se toma el jugo—. Ahora dígame, ¿Cómo sigues, señorita dolores?

—Deja de llamarme así.

—Nadie me dice lo que puedo o no debo hacer —recuerda, tranquilo y coqueto.

ARMAGEDÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora