CAPÍTULO 11

124K 6.7K 3.3K
                                    

_______•• Tensión••_______

Venus

Constantemente debo lidiar con la resequedad de la garganta, los dolores de cabeza y la sensación de impotencia por culpa de las secuelas que aparecen pese a que mi cuerpo ya se hizo a la idea de que no puede sentir más nada que no sea molestia y odio.

Todo me causa desagrado o desprecio, estoy en momentos en dónde no quisiera que nadie me aturda si yo no se lo permito. Es un estado de desprecio, de no querer tener a nadie cerca porque aunque no intenten molestarme, siento que son como las malditas cucarachas que me hacían la vida imposible en la fortaleza.

De solo recordar cómo maté a la principal alimaña, siento una gran satisfacción recorrer cada fibra de mi cuerpo. El olor de su sangre, sus ojos apagándose y mi perversidad disfrutando de como lo maté después de calentarlo «Eres macabra» y lo sé, desde que me rio mentalmente al recordar lo que sucedió en el baño, el jabón, la sangre, todos mirando, eso fue muy gratificante, el estrellarle la cabeza contra la pared y ver cómo se ahogaba la muy perra.

Me encanta lo que se siente cuando me cobro las que me deben, es algo así como subir al cielo y al mismo tiempo bajar al infierno a sentarme en el trono de dónde nadie me quitará, porque allá arriba y aquí abajo, es lo mismo, lo vuelvo lo mismo.

Mi cabeza siempre está ocupada pensando muchas cosas y eso me genera tanta adrenalina que mi cuerpo se llena de un calor sofocante que se concentra en un solo lado y la única manera de bajarlo es tocándole como lo hago ahora mismo en el baño de jet. Mis dos dedos se pierden con Demi círculos a la vez que froto mis pliegues creando esa pequeña fricción tan deliciosa.

Mis piernas tiemblan, tengo un pie sobre el retrete para poder abrirme bien, buscando lo que consigo y mi cabeza está tan sucia que quiero mirarme en el espejo y ver lo que me causo yo misma, la agitación, el placer, la adrenalina que nunca se va, solo de apacigua quedando en espera de emerger.

Muevo la pelvis de adelante hacia atrás, la otra mano la adentro por debajo de mi camisa, tocando uno de mis pechos, pellizcando el pezón que me genera esa pequeña corriente eléctrica que también se va para allá abajo y entre jadeos dejo que mi mente se sigan empuercando porque me excita pensar todo el dolor que infundí y que no es nada comparado con todo lo que quiero.

Termino toda babosa y agitada. Con unas toallas húmedas me limpio, me acomodo la ropa y me encargo de bajar el rubor de mis mejillas con agua fría. Reviso que mi cabello esté bien y me miro en el espejo odiando el vestido de tirantes rojo que llevo puesto. Hace horas partimos de Alaska y no tenía nada de mis cosas por lo que el dueño de la casa de ocupó y todo lo que usé fueron cosas así.

Por culpa de Mario, no me dijo que nos quedaríamos ese tiempo, no llevé nada, bueno, él tampoco lo hizo, pero al menos no lo ví quejarse de lo que le llevaron las empleadas. Sigo con la imagen de esa gran propiedad en mi cabeza, es majestuosa, sombría y a la vez tan antigua lujosa.

Sigo sin superarla.

Suspiro hondo eliminando la sensación del orgasmo que me acabo de dar. Fue delicioso, podré estar menos tensa. Salgo del baño, el jet ya aterrizó y Mario me espera en la puerta de brazos cruzados, mirándome con ojos llenos de regaño.

—Pensé que te habías ido por el retrete.

—Me estaba masturbando ¿Algún problema con eso?

Se pellizca el puente de la nariz.

—Mejor, vamos. Aún nos queda camino por recorrer.

Un auto espera por nosotros y es Marcus quien lo conduce. Mario sube en el asiento de copiloto y yo atrás con los otros dos sujetos que nos acompañaron durante el viaje. Por suerte en mi cartera tengo mis documentos, tarjetas, algo de efectivo y los pasaportes.

ARMAGEDÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora