CAPÍTULO 45

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________••Dúo••_______

Herodes

No puedo controlar los temblores en mis manos, la ansiedad y el dolor en el pecho; me tienen impotente, queriendo abrir rápidamente el sobre de pastillas, pero se cae y con la respiración mal, lo piso, ardiendo en ira porque no pienso agacharme a recogerlo. Mi paciencia está colapsada.

Procedo a destapar otro, saco la pastilla y la paso con agua antes de sentarme, cerrando los ojos.

Desde que salí de Kiev, no he dormido, tampoco comido bien. Estoy entrando en esos días amargos para mí. «Necesito matar y descargarme» la última vez que lo hice, cierta mujer me interrumpió.

Dimitri viene a mi sitio, buscando caricias, pero no estoy de humor, solo palmeo su cabeza y le digo que se aleje o lo trataré mal y no creo que le guste, no desde  lo mimado que está por culpa de la mujer en mis pensamientos. 

No debí llamarla, solo terminamos disgustados por su culpa. He sido claro desde que di tan arriesgado paso, pero no lo entiende, se sigue cerrando, engañándose a sí misma. Le aseguré algo y sigue sin creerme. Tendré que despejar mi camino, tantos estorbos solo la distraen e interfieren.

—Señor...—Giovanny entra— Ya contacté a mi hija.

Me paso las manos por el cabello. Tengo una jaqueca horrible, necesito dormir o tomarme unas vacaciones.

—Que entren —le ordeno a Dan cuando hace acto de presencia— Organiza todo.

La música de allá afuera, se oye hasta aquí y he de admitir que me molesta cualquier tipo de ruido, estoy más irritable de lo normal.

—Bienvenidos —mi consejero recibe a los tres hombres que entran, ocupando las sillas disponible de la mesa cuadrada en donde estoy— Pónganse cómodos.

El encargado del callejón, mueve la mano, una mujer se apresura a servirnos licor y a dejar los naipes sobre la mesa, también las fichas de apuestas. Jugaremos scopa, de forma individual. No me gustan las apuestas de este tipo, pero necesito distraerme, aunque quizás ni siquiera empecemos.

—Se preguntaran el motivo de mi maravillosa presencia en este basurero del bajo mundo —hablo en italiano—, Lleno de adictos y viles mortales sin el privilegio de si quiera estar cerca de mí...

—Alpha...—me interrumpe Lorenzo— Si sucedió algo solo debe...

Mi cien palpitan por tanta osadía y descaro.

—¿Cedí la palabra? —lo corto— ¿Tan poco valoras tu vida como para interrumpirme cuando es claro mi disgusto?

Niega. Pese a ser el encargado, nunca lo he dejado sentirse ni un 2% con el privilegio de hablarme sin mi consentimiento.

—Me importa un reverendo pepino si estoy en territorio hostil y enemigo —replico— Cuando yo hable, ustedes callan y escuchan. No me gusta repetir.

Se limitan a prestarme atención y tomar licor.

—Tenemos un acuerdo; yo los surto de armas, ustedes me dejan vender más drogas de las que Judas les dejó de proveer, dejándolos sin nada y propensos a desplomarse cuando él quisiera ¿Cierto? —enciendo un cigarrillo— Muchas de las mujeres que se prostituyen en sus sucios bares, consumen lo que les vendo y no creo que quieran una revelación de un montón de adictas padeciendo abstinencia.

Otro de los sujetos, Giulio; encargado de los grupos delictivos que patrullan para evitar emboscadas o disturbios, levanta la mano, queriendo hablar, asiento, dándole permiso.

—No ha sido fácil traer las armas desde el punto de encuentro. Los policías y el gobierno, ha asegurado muchas zonas, frenando el tráfico y dificultando que podamos surtirnos...—explica.

ARMAGEDÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora