CAPÍTULO 33

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_____••Nuevos tiempos••_____

Venus

Un día después.

La herida de mi frente, ha estado sanando favorablemente, solo queda una mínima marca, aunque los dolores de cabeza no han cesado, pues, según la doctora que me sigue revisando, me ha explicado que es normal, tomando en cuenta la cantidad de exigencia que me pongo a mí misma para todo.

Me recomienda seguir usando las cremas y tomando el medicamento para bajar la inflamación en los moretones que siguen intactos en mi piel.  No me duelen, o sí lo hacen, pero estoy acostumbrada a el, tal cual me acostumbré en La Fortaleza a todos los golpes que recibí.

Sorbo un gran trago de agua, dejando que la pastilla pase por mi garganta antes de levantarme de la mesa y dirigirme al área de los calabozos. Supervisando que esté listo lo que mi jefe quiere antes de partir a Alemania.

Yasmín me hace compañía, está algo incapacitada por el disparo que recibió, pero aún así, debe hacer lo que se le ordene. Para la organización, debes servir aunque te falte una pierna o un brazo.

La encargada del lugar se sigue ocupando de todo, y me quedo en frente de una de las celdas, observando lo que yace en el fondo.

—El coronel Ashton Hill debe sentirse inservible —me comenta Yas— Es una pena tener bajo mando al ejército más poderoso de todos y que eso no te sirva para rescatar a tu hijo.

Veo al niño que oculta su rostro de nosotras. Tiene miedo, se nota que su padre lo mantiene alejado de todo su entorno.

—A veces el destino no es detenido por el dinero o el poder —digo sin más—. Su padre firmó su destino desde que tomó ese puesto y comenzó a cazar a los hombres más peligrosos del mundo.

—Siento algo de lastima por ese niño. Si sale libre, no podrá vivir en paz.

Muevo el cuello, mientras que ella siente algo, yo no, solo recuerdo lo que me dolería, pero que ahora no hace más que motivarme.

—En la mafia y la milicia, nadie vive en paz.

Suspira con pesar.

—Lastimosamente.

Así es.

—¿Cómo sigues del brazo? —avanzo, con ella siguiéndome.

—Bien. Duele un poco, pero las pastillas ayudan. Lo que no ayuda es el genio que carga Kilian desde que me llamó. No sé como se enteró.

—¿No le preguntaste?

—No. Sus preguntas sobre mi salud, no me dejaron, eran muchas...

—Se preocupa por ti...

—Lo sé perfectamente, por eso no quería contarle hasta que estuviera desocupado. Esto lo distrae y temo porque baje la guardia.

—Eso no sucederá. No se dejará matar, menos sabiendo que estás así y no te ha visto. ¿Lo subestimas? —sacudo la cabeza, entiendo que cada vez experimenta cosas más fuertes, eso me hace ayudarla un poco— Me soprendes, Bakhash.

Nos sentamos en dos sillas de revisión, viendo lo que hace la doctora con ayuda de Margot Harlow «La mujer que es muy amiga de Julián».

—No lo subestimo —me dice—, Me preocupa, eso es muy distinto.

—Relájate. Siempre tendremos que estar en misiones. No es la primera vez.

—Se siente así, realmente. Es horrible.

La miro, se está acomodando el cabestrillo del brazo.

—Debe ser un gran alivio saber que estás bien con él —comento—. Eso debería tenerte tranquila.

ARMAGEDÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora