CAPÍTULO 81/2

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••Unión letal: Parte II••

Venus

Mykonos es lindo, o lo es con todas esas luces encendidas a estas horas de la noche. El gran barco queda lejos de mi campo de visión ya que recorrimos 20 minutos sobre agua hasta llegar más cerca de la ciudad y un extenso muelle.

—¿Cuál es el yate? —le pregunto a Herodes que no deja de verme. Me está haciendo arder los poros.

—Vamos a sobrevolar para que lo veas bien, aunque de día lo harás mejor.

Desde el helicóptero puedo ver el yate lujoso, el helicóptero lo rodea para que pueda verlo con detalle. Es gris, lujoso y tiene muchas ventanas.

Ni bien abren la puerta cuando Dimitri sale primero y seguido su dueño.

—Ven —me ofrece la mano para ayudarme a bajar.

—Creo que puedo so...

Tira de mi mano, me tambaleo y sino fuera porque sus brazos me atrapan, estuviera en el suelo. Echa a andar y no me baja, solo se ríe de como le digo que puedo caminar perfectamente sola.

—He escuchado que se debe cargar a la esposa antes de atravesar el umbral de alguna habitación —explica haciéndome reír de que haya creído eso tan banal.

—¿Y tú crees esa tradición?

—Haré lo que esté en mis manos para que este matrimonio se solidifique.

—Qué tradicional esposo tengo —dejo una mano en su mejilla y planto varios besos en la otra— ¿Y qué procede después?

—Coger hasta que no puedas levantarte de la cama.

—Yo quisiera que nos duchemos antes y brindemos con el mejor vino que encuentres.

—Me gusta esa idea. Hay un amplio jacuzzi en la cubierta principal, ¿Nos duchamos ahí?

—Son las 2 de la mañana. Prefiero la habitación.

—Y yo prefiero que sea yo quien te quite ese vestido.

En vez de detallar el yate, voy más embelesada en el rostro suyo y en cómo se relame los labios varias veces.

—Henos aquí —se detiene.

Ahora sí veo que estamos frente a una puerta. Seguro de la habitación. Con una patada la abre y se adentra sin bajarme.

—Iniciamos la luna de miel —me deja en el suelo cerca de la cama.

—Bésame y luego vas a buscar el vino.

—No hace falta que lo digas —una mano la deja en mi cintura y la otra tras la nuca, ladeando la cabeza. El beso es lento, enérgico y con sabor al licor que tomamos en la fiesta— Besarte lo haré a cada nada.

—Vuelve a hacerlo —susurro agitada.

—Con lengua.

—Y con mordidas.

—Y con manoseo.

—Y con lametazos en lo que puedo ver de tus tetas —gruñe.

Acerco el rostro eliminando los centímetros.

—Empecemos ya.

Hacemos todo eso, retrocedo a causa de sus pasos y tropiezo cayendo a la cama con él sobre mí.

Nos besamos durante unos largos minutos en donde solo hay poco toqueteo y nada de quitarnos la ropa. Es algo íntimo, nos saboreamos y jadeamos, diciéndonos cosas sucias que pueden hacernos empezar a follar ya, pero no sucede.

ARMAGEDÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora