CAPÍTULO 88

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••Impacto••

Venus

Todos los vellos que puede haber en mi nuca, se erizan con los continuos besos que me da mi esposo. No me quiere dejar salir de mi oficina. Lo peor es que tengo una reunión que seguro ya debió empezar ¡No puede ser!

—Herodes —me hace estallar en risas,

—Shhhhh...—sus manos no me dan tregua, me hace cosquillas para que deje de detenerlo.

La montaña de documentos se cae cuando me sube a la mesa, metiéndose entre mis piernas. Busca cómo tocar piel, pero gruñe disgustado, de nuevo, por culpa del pantalón de mi traje blanco.

—¿Por qué no traes vestidito? —me va quitando el saco.

—Porque quise venir más elegante y hace frío.

—No me gusta. Quiero tocarte y no puedo.

—Pareces un niño quejándote a cada nada. Ya lo sé y no puedo ir a casa solo para cambiarme.

—Te mandaré a comprar algo que sea fácil de quitar.

—Que no —echo la cabeza hacia atrás para que bese más mi cuello— Tengo una reunión y tú deberías ir a la empresa. Se supone que también tienes una junta importante.

—Quiero estar aquí y no me iré.

—¿Faltarás? —Regaño y a la misma vez me gusta que quiera estar presente en mi reunión. No es la primera vez que reajusta su agenda con tal de acompañarme en mis eventos importantes— ¿Puedes hacerlo?

—Soy el presidente y dueño. Puedo hacer lo que quiera.

—Arrogante —lo detengo para que no despunte los botones—. Debo irme.

—Sólo si me dejas chuparte las tetas. 5 minutos. Necesito lamerte.

—Eso no nos llevará a nada decente —replico.

—Prometo que sí.

—Te dejaré hacerlo después de mi reunión —le doy castos besos cuando se enoja— Quita esa cara.

—Te cogeré en la mesa de la sala de reuniones —augura, completamente serio.

Este hombre me calienta con su perversidad.

—Bien —le pellizco la nariz— Andando, señor mandón.

Me coloco el saco de mi traje y en el espejo reviso que mi look esté intacto. Me aplico algo de labial y debo apartar la cara cuando quiere besarme. ¡Dios!, quiere corromperme para que no vaya a ningún lado.

—Modo profesional —pido.

—Ajá —se acerca lento, con los ojos entornados.

—Basta —echo a andar no sin antes coger mi teléfono de la mesa y quitarle a Dimitri el muñeco que siempre le tengo aquí para que juegue. Es un reno navideño. Es único que le agrada.

Salimos de la oficina, la sala de reuniones queda en el piso anterior a este. Algunos empleados nos abren paso y bajan la cabeza en señal de respeto. Esa costumbre les quedó desde antes de yo empezar a venir como dueña.

—Espero que no se me olvide nada —rememoro mucho de lo que debo decir— Quiero que sea una reunión productiva.

—Lo harás bien —aferra el agarre de su mano en mi cintura baja.

—Tú siempre te desenvuelves bien en tus conferencias, discursos... ¿Qué consejo me das?

—Confía en ti, no dudes de lo que dices. Eres la dueña de la cadena. Tu palabra pesa. Si dices que el hotel debe llamarse ''Herodes Blackwood el amor de mi vida y ser supremamente guapo y poderoso" así es. Nadie te va a contradecir.

ARMAGEDÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora