CAPÍTULO 40

110K 8.2K 15.9K
                                    

____••Secuestrada••____

Venus

Tengo jaqueca, no puedo abrir los ojos y solo me queda apretarlos al sentir que me sacudo con brusquedad, como si estuviera mareada.

Mis extremidades no se mueven, pero estoy sobre algo cómodo, la luz pega en mis párpados y el frío me tiene la piel erizada. Abro los ojos rápidamente cuando un montón de imágenes llega a mi cabeza, sin pensarlo dos veces, me reincorporo notando que estoy en un sofá.

El mareo me resta visibilidad, pero logro ver la imponente y tétrica figura que me mira desde el sofá del frente.

Esto debe ser un chiste.

—Por fin despierta la bella durmiente —comenta aterradoramente tranquilo «El Alpha»—. Ya comenzaba a pensar que estabas en coma.

Me paso las manos por el rostro. Sigo con el vestido y los tacones, pero sin el sombrero o el intercomunicador.

—¿Tanto le gusto como para secuestrarme? —increpo.

—¿Te sientes secuestrada?

¿Enserio me acaba de preguntar eso?

—Me durmieron y trajeron a no sé dónde en contra de mi voluntad, así que, sí, me siento secuestrada.

Se levanta y deja sobre la mesita el vaso que tenía en la mano.

—Vamos a cenar. Debes tener hambre.

Tiene razón, mi estómago ruge, siento que dormí muchísimo tiempo y la pesadez en mi cuerpo me lo confirma.

—¿Qué hago aquí? —lo sigo sin detenerme a mirar nada, estoy molesta como para detallar el entorno— ¿Ahora me secuestrará cada que le venga en gana?

Llegamos a un comedor, toma asiento a la cabeza y señala la silla a su derecha.

Mirándolo mal, tomo los platos que seguramente son para mí, aunque consuma tiempo, no me importa, los dejo en la otra cabeza de la mesa y me siento, dejando claro que no lo quiero cerca.

Mi hambre se vuelve más feroz al ver la variedad de platillos, el vino tinto para acompañar los sabores y algunos aderezos.

Ignorando todo, hasta mi molestia e indignación, procedo a comer, evitando pensar lo loco que está mi jefe como para haber hecho esto en plena misión que el mismo quiere finiquitada a la perfección.

Muchas cosas me correspondían ¿Cómo harán sin mí? ¿Qué dirán de mi ausencia? ¿Qué se les diría o qué estarán pensando?

«Come y deja de pensar en eso». Cierto, si él me trajo, seguramente preparó todo, sé que no le gusta que nadie se entere de lo que hace con sus ligues, o eso deja creer.

—¿Cómo va la misión? —su pregunta me toma desprevenida.

—¿Por qué estoy aquí?

—No me respondas con preguntas, Adler. No estoy de mal humor y tampoco quisiera estarlo.

—Entonces, respóndame.

—Come y deja de hablar.

—Me gusta hablar y comer —miento con lo primero—. Respóndame.

—Es una pena. Pues a mí sí me gusta comer en silencio.

Su actitud tosca y despreocupada me molesta aún más, sin embargo, conservo mi compostura y tomo las cosas con calma.

—Estoy aquí en contra de mi voluntad. ¿Ahora secuestra a las ex ligues que se cogió?

—Siéntete especial —sus ojos retadores no se apartan de los míos— Eres la primera persona que secuestro con intensiones ajenas a matarla o torturarla.

ARMAGEDÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora