CAPÍTULO 71

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••Mano derecha••

Venus

Que calma tan grande dormir en una cama tan grande, y mejor aún, impregnada del aroma del Alpha. Estoy babeando y no quiero levantarme. El frío, las sábanas, la oscuridad; combinación perfecta para avivar mi pereza.

Mi teléfono no deja de timbrar sobre la mesita de al lado. Entierro la cara en la almohada, quejándome.

Ya sé quién es. Cuando se levantó me dijo que podía dormir otro rato, pero que no tanto porque debemos trabajar. Yo cerré los ojos y perdí la noción del tiempo ¿Qué hora es?

—Debes levantarte —me digo.

«Cuando lo hagas, te van a temblar las piernas» Per se ríe.

Casi toda la noche teniendo sexo después de una tarde ocupada y llena de responsabilidades. Ni siquiera me dio tiempo de regresar a casa, tuve que quedarme.

Todavía me pregunto cómo pudo tener las energías para levantarse. ¿No se cansa nunca? Durmió un largo rato después de venirse varias veces dentro de mí, pero esa odisea era suficiente motivo para que estuviera aquí acostado aún.

—Sus baterías no se acaban —abrazo la almohada—. Me duele todo.

Experimento las secuelas que dejaron los orgasmos: me duele mi vagina, siento que sus manos siguen apretadas sobre mi cadera, arden los chupetones que debo tener por todo el cuello y pecho. A eso debo añadirle las mordidas que propinó en mi trasero.

Es un animal carnal. Parece que el sexo le sumó energía a su ser.

Yo no creo ser capaz de dejar la cama.

—Buenos días —la voz de una chica me saca la cabeza de la almohada. Es una empleada y trae una bandeja con mi desayuno— El señor me mandó a despertarla y decirle que coma, tome las pastillas y luego baje al estudio.

Me paso las manos por el rostro. Una ducha fría podría espabilarme.

—Déjalo en la mesita del sofá —le indico.

Abre las cortinas y se encarga de desvestir la cama en lo que yo me lavo los dientes y ducho. Estoy peor de lo que pensé.

—Uso la crema que le dejé aquí en el lavado —indica muy amable.

Claro que la voy a usar. Es para desaparecer los chupetones. Si saliera así desnuda, todos pensarían que alguien me golpeó.

Desventajas de tener una piel tan pálida. Mi mejoría no le quitará lo sensible que resulta que soy.

El sueño y la pereza se me quitan con la ducha. Me seco con la toalla y me envuelvo en un albornoz para primero desenredarme el cabello y aplicarme mis cremas del rostro.

—A comer —me siento en el sofá a desayunar.

De regreso al baño, para que la crema se seque, la aplico mientras me seco el cabello con el secador.

En el armario abro la maleta que Cleo que envío anoche. De vuelta a mi estilo; pantalones ajustados, camisa con cuello de tortuga y una chaqueta corta a juego con mis botines de tacón. Hace mucho frío en este mes del año y debo cubrirme los chupetones.

«Controla a ese vampiro sensual o tendrás que olvidar las camisas de tirantes» me recomienda Per.

«Eso busca él. No le gustan esas camisas, dice que lo inquietan»

Claro que sí. No deja de verme las tetas, desde que lo conozco, esas camisas han sido su tortura.

El cabello me lo dejo suelto y en la mano me abrocho el brazalete. Dimitri debe estar allá abajo. Recojo el teléfono y sonrío al ver más de 50 mensajes en la bandeja, todos son de Yasmín. Ya después la veré para que se tranquilice.

ARMAGEDÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora