CAPÍTULO 90 (Final)

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••Armagedón••

Venus

Hace tres años mi mentalidad era precisa y fija. Vengarme. Y hasta ahora no me decidido a no hacerlo.

A qué sí me decidí, a sacar de esa lista al hombre que no quiero perder también. Nada más de pensar algo así, ya el pecho me duele.

Como duele momentáneamente al recordar a Bank Taeyang y a la señora Doina Pavel de Rusi.

Sus cuerpos ya no están, pero los siento más presentes que nunca. Y aunque en parte siempre me sentiré culpable, cosa que Herodes y Cleo tratan de evitar, yo muy en el fondo sé que lo soy.

La señora murió sin saber lo retorcida que soy, el monstruo que hace muchos años despareció al ángel que ella veía en mí.

Y Taeyang, él conocía mi verdadero ser, y aun así, murió en vez de yo. Los dos están muertos cuando esos ataques eran para mí.

¿Tengo alguna maldición encima?

No le encuentro otra explicación lógica.

¿Qué más debo perder?

¿Apenas empieza esto?

De ser así...

Paso la mano por las cerámicas blancas que adornan la tumba que evitaba visitar. Los recuerdos me dañan. Pero heme aquí, trayendo flores blancas a mi amigo.

Ya perdí la cuenta de cuántas veces le he pedido perdón por el hecho de no haber venido antes.

El valor siempre desaparecía de mi ser cuando siquiera lo pensaba.

—Tengo mucho que contarte —me seco las lágrimas, sonriendo débil— Yas tuvo a un precioso bebé. Se llama Kanye. Yo por primera vez disfrute de unas navidades y he conocido a personas muy especiales. También me casé con el Alpha... pero ya todo debes saberlo ¿Cierto? —trago grueso— Bueno... Helen desapareció. Creo que murió y quiero pedirte perdón porque no sé en dónde está su cuerpo o si... lo siento.

Nunca la buscamos y tampoco sé si estaba con vida. He sido una mala amiga. Tenía que ir por ella, eso por la memoria de mi amigo.

—Una señora a la que le tomé mucho aprecio, murió hace unos días y no sé cómo haré para superarlo. La mataron por mi culpa...—Sé me vuelven a empapar las mejillas— ¿Crees que estoy maldita?. Primero tú, luego mi bebé, ahora Doina.

Tres. Van tres.

El dolor se instala en mi pecho y lloro. Lloro porque me había cohibido de no hacerlo para no preocupar a mi esposo o quitarle el sueño.

—Sabes algo... sigo en pie con mis planes. Ahora más que nunca. Queda mucho camino por recorrer y juró que acabaré con todos —agacho la cabeza, dolida.

La brisa bate, remueve mi cabello y las lágrimas se vuelven frías al deslizarse por mis mejillas.

—Una vez más... perdóname por no haber venido antes. Igual siempre pienso en ti, tus chistes, elocuencia...—río— Te extraño tanto, bombón.

Aprieto las manos, tratando fuerte la saliva que me estaba ahogando debido al llanto.

—Ya hace mucho frío —Cleo acaricia mi hombro— Enfermarse si no te colocas el abrigo.

Agradezco que haya venido conmigo. Lo siento como un apoyo.

Me levanto de la nieve y dejo que me ayude a colocarme el abrigo. Sí hace frío. Mucho.

—Pobre mi niña —limpia mis mejillas con un pañuelo— Has llorando tanto.

—Desventajas de ser humana.

ARMAGEDÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora