CAPÍTULO 69

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••Conexión••

Herodes

Lo que nunca dejé que Dwayne y Lucinda hicieran, debo dejar que lo hagan dos extraños que recién estoy conociendo. Todo para complacer a mi impredecible novia quien seguramente confabuló con la señora para que nos quedemos.

Eso no sucederá.

—Pueden quedarse en tu habitación —indica Doina.

Si voy a quedarme en esta pocilga, lo menos espero es una habitación a parte.

—Eso si que no —riñe su esposo— Cuartos separados. Será lo mejor.

Este viejo se quedó con la mentalidad más antigua de todas. ¿No coge con su esposa y por eso quiere que yo duerma lejos de mi novia?

—Querido, la otra habitación no está en condiciones para dormir.

Gracias a Satanás por eso.

—Él puede quedarse aquí en el sofá —insiste mirándome.

¿Qué? ¿Cree que habla con un crío de 14 años?

—Eso es muy descortés —reclama su esposa—. Se quedará con ella en la habitación.

Y si no, nos iremos. No pienso dormir en otro lado, menos en un viejo sofá. Debe tener pulgas o insectos. Me causará dolor de espalda.

Mi molestia se va incrementando. Esto es una estupidez que no voy a aceptar.

—Nada de cochinadas en mi casa —asevera él, atreviéndose a señalarme.

Si supiera quién soy, no estaría hablando babosadas. Si no le corto esa mano con la que me señala, es porque no quiero discutir con Adler, tampoco sacar a flote su rabia. Estos viejos son intocables según lo que me quiso dar a entender.

Estoy de manos atadas con tal de darle lo que quiere.

—Son adultos —le recuerda su esposa.

—¿Y?, Ella es como una hija para mí. Si va a tener relaciones, que sea después de ser desposada —establece y me mira— ¿Quieres casarte con ella?

Su pregunta detona mi genio, dándome más ganas de irme.

—A dormir ya —interviene su esposa.

Las palabras afiladas se quedan en mi garganta cuando Adler sujeta mi mano, llevándome con ella.

Aquí todo es viejo. Las pequeñas escaleras rechinan por mi peso y huele mucho a madera y pan. Es asfixiante un lugar tan pequeño. Esta casa es del tamaño de mi gimnasio en Montreal.

¿Cómo pretenden que me quedé a dormir?

Atravesamos una puerta pequeña y entramos a algo que me hace sentir más asqueado que todo lo que he visto desde que llegué.

—No digas nada —es lo primero que menciona luego de cerrar la puerta.

Mi mirada se pasea por la habitación. ¿Se supone que este mísero espacio es una habitación y ella estuvo aquí?. Es una ofensa que crea que yo voy a dormir en esa cama. Parece una caja de fósforos. Ahí no entraré.

—En esa cama no vamos a entrar los dos, tampoco pienso acostarme ahí —le aviso.

—Es lo que hay. Compórtate ya.

Eso de "comportarme" me hace sentir como un niño que no sabe portarse bien en casas ajenas.

—Llamaré a Dan para que nos reserve una habitación en el mejor hotel.

Rebusco el teléfono en mi bolsillo, pero me lo quita cuando siquiera intento desbloquear la pantalla.

—Nos quedaremos aquí. Quítate la ropa y lleva tu trasero a la cama, Herodes. No me hagas molestarme —impone.

ARMAGEDÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora