Acomodo mi vestimenta por quinta vez, pues no me sentía realmente satisfecho con el resultado, y así mismo, peino de nuevo mi cabello.
Llevaba alrededor de diez minutos así, acomodando mi ropa hasta el mínimo detalle, no sabía por qué, pero algo me hacía querer verme mejor de lo normal.
Una vez quedo más o menos satisfecho, finalmente salgo de casa, para después, bajar en ascensor hasta llegar al estacionamiento del edificio, donde pillo mi coche y comienzo a conducir hasta la oficina.
Durante el camino, me dedico a pensar en todo lo que tenía que hacer hoy, las reuniones, las videollamadas, los informes y estadísticas que debía analizar, las llamadas importantes para confirmar algunas juntas, pero lo que más me preocupaba del día de hoy, era la capacitación que iba a tener en la noche con mi asistente.
Desde ayer, al dejar a Álvarez en la oficina luego de cenar, no había podido dejar de pensar en todo lo que me ocurría últimamente, la manera en que su presencia me afectaba hasta el punto de querer mejor evitarlo, sin embargo, con el tema de las capacitaciones, ahora iba a ser todo lo contrario, pues estaríamos al menos una hora solos él y yo durante el resto de la semana, y solo ese pensamiento, me hace sentir nervioso. No lograba entender mis propias emociones, no comprendía por qué me sentía de esta manera hacia él, no entendía por qué había decidido invitarlo a cenar ayer por la noche para hablar de las nuevas funciones que quería asignarle, cuando simplemente podía habérselo comentado en la oficina, y tampoco entendía la forma en que mi pulso se aceleró varias veces durante esa cena al recibir sonrisas y miradas suyas. Mientras recuerdo la noche de ayer en el restaurante, pienso en lo contradictorio que era lo que pensaba, con lo que hacía, pues por un lado, quería evitar a mi asistente porque me hacía sentir algo nervioso e intranquilo, pero después lo invitaba a cenar con el pretexto de hablar de trabajo. Estaba bastante confundido, y llevaba así toda la semana, queriendo darle un sentido a todo lo que me ocurría últimamente.
Una parte de mí, recordaba que esto ya lo había vivido, una parte de mí sabía que todas estas sensaciones las había sentido ya en el pasado, sin embargo, en aquellas ocasiones, no las experimentaba al convivir con asistentes míos, ni al estar en la oficina, ni al estar en presencia de un hombre.
Decido descartar la explicación que mi mente estaba tratando de darle a todo esto, porque simplemente no tenía sentido, y me decido mejor a intentar relajarme, a pensar en que todo tenía una explicación lógica, aunque prefería mejor encontrarla en otro momento.Finalmente llego a la oficina, y una vez aparco en mi estacionamiento de siempre, me dirijo hacia el interior del edificio, entrando en el ascensor y posteriormente, me dedico a esperar a llegar al piso 19.
Luego de unos minutos, el ascensor llega a mi piso, y al abrir este sus puertas, salgo al pasillo en dirección a mi oficina, viendo a Álvarez sentado en su escritorio, como cada mañana. Ignorando los nervios que amenazan con aparecer, lo saludo.
-Buenos días Álvarez- Le digo. Él me mira y sonríe, aumentando mis nervios con esa sonrisa.
-Buenos días señor ¿Qué tal su mañana?- Me pregunta.
-Bien, hasta ahora, aunque debo decir que el tráfico me ha puesto de los nervios- Le comento. Él se ríe un poco ante mi comentario.
Al verlo reír de esa manera, no puedo evitar recordar la cena de anoche, la cual había estado acompañada de muchas risas similares a esa, risas que yo le había provocado, y así mismo, él me había hecho reír bastante a mí. Siendo totalmente sincero, la cena de ayer con mi asistente había sido una de las más amenas y tranquilas que había tenido en mucho tiempo, algo sumamente raro, pues habíamos congeniado como si fuéramos colegas de toda la vida, hablando de cosas personales, y debía decir, que yo había compartido cosas con él que no había compartido con nadie más, salvo con Andy, pero de ahí en más, ninguno de mis asistentes sabía lo que ahora él sabía. Nuevamente vienen a mí esas reglas acerca de no hacer amistad con gente que trabajara para mí, pero decido mejor pensar en otra cosa, pues no me apetecía ahondar en la forma en que me estaba contradiciendo a mí mismo al pensar en que tal vez una amistad con Álvarez no era tan mala idea.
-¿Tengo algún mensaje?- Le pregunto.
-Solo uno, ha llamado la asistente del señor Diaz, me ha dicho que le ha mandado a su correo las fechas que él tiene disponibles para reunirse con usted el próximo mes- Me dice.
-Vale, pues ahora lo miro- Le respondo- ¿Solo eso?- Pregunto.
-De llamadas solo eso, ahora solo necesito confirmar con usted algunas reuniones- Me comenta.
-Vale, pues ven a mi oficina- Le digo. Él asiente, para después, tomar su agenda y comenzar a seguirme hacia mi oficina. Una vez dentro, me dirijo hacia mi silla, mientras abro mi maletín y comienzo a sacar unos cuantos papeles.
Álvarez comienza a mencionar algunas reuniones pendientes de este mes, las cuales comenzamos a agendar en mis días libres, y una vez queda todo listo, sale de mi oficina, no sin antes dedicarme una amable sonrisa, la cual se queda en mi mente por un buen rato, impidiéndome concentrarme como debería. Decidido a enfocarme en mi trabajo y en todo lo que tenía que hacer, comienzo a revisar mi correo, y al cabo de un rato, finalmente me concentro lo suficiente como para no pensar en nada más que en mis labores.
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¿Solo mi jefe?
RomancePara el señor Reborn, Álvarez era un nuevo y novato asistente, uno al que debía acostumbrarse. Para Raúl Álvarez, el señor Reborn era su nuevo jefe, uno con un difícil temperamento y una actitud cambiante. Un nuevo trabajo siempre conlleva cambios...