Capítulo 11

594 71 17
                                    

Con mi café en mano, camino tranquilamente por recepción, sintiéndome especialmente contento esta mañana. Tenía cierto presentimiento de que el día sería bastante más agradable que cualquier otro. Al entrar al ascensor, otras cuantas personas suben conmigo, a las cuales les sonrío amablemente, y ellas a su vez, me regresan la sonrisa. Una vez llego al piso 19 luego de varios minutos, camino hacia mi escritorio, dejando mis cosas en el mismo, encendiendo mi ordenador y echando un vistazo a la oficina de mi jefe, la cual se encontraba abierta, lo que significaba que aún no llegaba.
Luego de la noche de ayer, en la cual había llevado a mi jefe hasta su casa debido a que él no tenía coche, sentía que había progresado un poco más respecto de mi relación con él, la cual se había vuelto más cercana, aunque no hasta el punto de ser colegas, pues sabía que eso no era viable, pero si que había sentido otra vibra de su parte, una más amable, más atenta, como esa vibra que sentía que había entre mi jefe y Alex, como de más confianza, aunque sin pasar los límites, como si pudiera estar más tranquilo en su presencia, pero seguir siendo respetuoso y eficiente. En definitiva, sentía un poco menos de nervios al pensar en entrar a la oficina del señor Reborn, pues luego de lo que habíamos compartido ayer, había notado que era una persona como cualquier otra, una que realmente podía llegar a ser amable y divertida, aunque en la oficina tuviera esa aura de autoridad.
Me siento en mi silla y comienzo a revisar algunos reportes que debía corregir, para después, terminar el nuevo sistema de archivado que había dejado pendiente la noche de ayer, y mientras lo hago, me tomo mi café tranquilamente, disfrutando del silencio de la oficina, la cual estaba completamente sola siendo tan temprano.
Alrededor de veinte minutos después, en los cuales me dedico a responder algunas llamadas, veo cómo el ascensor abre sus puertas, dejándome ver a mi jefe, quien comienza a avanzar por el pasillo. Yo lo miro, recordando la noche de ayer, y viéndolo ahora desde otra perspectiva, una donde era agradable y ameno, ya sin provocarme tantos nervios y miedo al verlo acercarse, así como tampoco me provocaba desagrado, pues debido a que me había tratado algo mal esta semana, había comenzado a sentir cierto rechazo hacia su persona, sin embargo, ya no lo sentía.
Una vez llega hasta mi escritorio, lo saludo, de forma amable, como cada día, aunque esta vez, mi amabilidad y mi sonrisa, eran genuinas.
-Buenos días, señor- Le digo. Él me mira por medio segundo, para después, continuar caminando hacia su oficina.
-Buenas- Me dice sin más. Yo lo sigo hasta su oficina, pues como cada mañana, debía darle los mensajes y recordatorios del día de hoy. Una vez dentro, cierro la puerta, mientras él rodea su escritorio y comienza a sacar papeles de su maletín, estando aún de pie.-¿Qué pendientes tengo hoy?- Me pregunta, sin mirarme. Yo miro mi agenda, ubicando las reuniones que tenía el día de hoy.
-Bueno, para empezar, tiene junta a las once y media con los jefes de departamento de finanzas y de contabilidad, es la reunión que he tenido que reagendar debido a que ayer se quedó sin coche y no pudo llegar- Digo. Él asiente.
-Vale ¿Qué más?- Me pregunta, aún sin mirarme, sacando más papeles de su maletín y analizándolos uno a uno.
-Hace rato recibí llamada de la secretaria de uno de los ejecutivos bancarios de Londres, al parecer necesita unos papeles, le he enviado a su correo los documentos que me ha pedido, creo que eran un balance, unas estadísticas y...- Explico, pero el señor Reborn me interrumpe.
-Vale déjalo, ya leeré el correo ¿Qué más?- Me pregunta, impaciente. Yo miro mi agenda, leyendo los recordatorios que tenía para él, y mientras me ubico, pues me había perdido un poco entre las páginas, el señor Reborn habla de nuevo- ¿Qué pasa Álvarez? ¿Qué más hay?- Me pregunta, perdiendo la paciencia. Yo me tenso al instante, poniéndome algo nervioso, buscando entre las páginas los mensajes importantes que debía darle.
-Un...un segundo señor, lo que pasa es que...- Comienzo a explicar, pero su voz hace que guarde silencio de nuevo.
-Me dan igual las explicaciones Álvarez, este tipo de tardanzas hace dos semanas te las toleraba, cuando estabas en capacitación, pero ahora, me estás haciendo perder tiempo, y todo porque al parecer es demasiado difícil para ti ser eficiente- Me dice de pronto. Yo dejo de mirar mi agenda, para mirarlo a él, con el ceño fruncido, sin comprender de dónde estaba viniendo esa actitud tan borde hacia mí. Él alza las cejas, aún esperando los mensajes que tenía para darle. Yo dirijo nuevamente mi mirada hacia mi agenda, y una vez encuentro la página que había estado buscando, la leo.
-Los...los socios de Denver, han hablado para cancelar la videollamada de hoy, y los...los he reagendado para...para- Comienzo a decir, buscando la nueva fecha, sintiéndome nervioso y observado - Para el día de mañana, a las nueve- Agrego.
-Vale ¿Eso es todo?- Me pregunta, y yo asiento. - Bien, ahora, necesito que vayas al departamento de publicidad y le digas al coordinador que me firme esto- Me dice, tendiendome unos papeles. Yo los tomo.
-Vale, pero...creo que aún no llegan, es bastante temprano aún y...- Comienzo a decir, pero me interrumpe en medio de la frase.
-Deja de asumir cosas y ve, en caso de que no esté, lo esperas hasta que llegue- Me dice, sin mirarme - ¿O es eso muy difícil para ti, Álvarez?- me pregunta, y esta vez, su mirada se posa en mí. En sus ojos, no podía ver nada más que frialdad y amargura, lo cual me hacía preguntarme en dónde se encontraba esa persona tan amable con la que había charlado la noche de ayer.
-No señor...ahora voy- le respondo en voz baja, saliendo de su oficina y dirigiendome hacia el departamento de publicidad.
Luego de 10 minutos esperando al coordinador, este finalmente llega, y una vez me firma los papeles que el señor Reborn me había dado, me dirijo de nuevo hacia su oficina, en donde toco hasta escuchar ese "Adelante" de su parte. Una vez escucho su voz, entro en su oficina nuevamente. Él se encontraba en la misma posición que antes de irme, es decir, de pie, justo junto a su silla, mirando unos documentos.
-Aquí tiene los documentos, señor- Le digo, entregandole los papeles. Él los toma de forma brusca, sin mirarme y sin un gracias. -¿Necesita algo más?- pregunto.
-Nada- Me dice sin más. Yo asiento, para después, salir de su oficina sin decir nada más.
Camino hacia mi escritorio, totalmente confundido y perdido, sin comprender qué es lo que provocaba ese cambio de personalidad en mi jefe, ese cambio de actitud hacia mí.
Una vez llego a mi escritorio, noto unos cuantos papeles que debía archivar, por lo que lamentablemente y muy a mi pesar, debía entrar de nuevo en la oficina del señor Reborn. Me acerco a su puerta de nuevo, tocando con delicadeza.
-Adelante- Escucho decir a mi jefe. Yo entro en la oficina de nuevo, siendo recibido por una mirada dura e inquietante. -¿Qué pasa ahora, Álvarez?- Me pregunta.
-Ne...necesito archivar unos papeles, señor...- Explico. Él mira los papeles en mis manos, para después, desviar la mirada hacia su ordenador de nuevo.
-Vale, pero hazlo rápido, que necesito silencio- Me dice.
-Si señor- Respondo, yendo directamente hacia los archivadores.
Trabajo lo más rápido que puedo, intentando tardar lo menos posible, queriendo salir de aquí cuanto antes, pues la actitud de mi jefe era desagradable y nefasta, algo que no comprendía, pues luego del momento de ayer, en mi coche, esperaba que su trato hacia mí, fuera algo menos grosera que siempre, aunque al parecer, me había equivocado.
Luego de tres minutos más, finalmente termino de archivar, sin embargo, en lugar de salir de la oficina, llamo la atención de mi jefe, pues había algo que quería decirle.
-Señor...- Digo.
-Dime- Responde, mirando su ordenador y tecleando algo.
-Recuerda el...¿Recuerda el sistema que le dije que estaba ideando para archivar?- Le pregunto.
-Si, ¿Qué pasa?- Pregunta, aún con la mirada fija en su ordenador.
-Bueno, lo que pasa es que ya lo tengo listo, y necesito su permiso para sacar todos los papeles y volver a archivarlos bajo el nuevo sistema, no tiene que ser hoy mismo, pero...- Comienzo a explicar, pero su voz me hace callar de pronto.
-Imposible- Me dice sin más. Yo me le quedo mirándo por unos segundos más, pensando que diría otra cosa, pero no lo hace.
-Imposible...¿El qué?- Le pregunto, sin comprender bien la situación.
-Que no puedo tenerte ahora mismo haciendo ruido y moviendo papeles, necesito trabajar- Me dice, sin mirarme.
-Entiendo señor...- Comienzo a decir- Como le he dicho, no tiene que ser ahora mismo, entiendo que esté ocupado, podría incluso hacerlo cuando usted ya se haya ido o...- Agrego, sin embargo, su grave voz, casi gritando, me hace callar al instante.
-¿Qué es lo que no has entendido Álvarez? Necesito silencio, necesito esos papeles en orden tal y como están, y no me interesa si tienes un nuevo sistema o lo que cojones sea eso, ahora, si pudieras hacerte útil y salir de mi puta oficina te lo agradecería, y también agradecería que no me molestaras en todo el día, que no tengo tiempo para gilipolleces ¿Entiendes eso, o no?- Me dice, elevando su tono de voz, casi gritando, haciendo que este sea aún más grave e intimidante de lo normal.
Yo me quedo completamente helado, observando su expresión de completo enfado, con sus ojos mirándome fijamente, llenos de odio, con una expresión dura y severa. Me estremezco ante su sola mirada, sintiéndome pequeño, sintiéndome avergonzado, humillado, confundido, pero sobre todo, enfadado. Con apenas un deje de voz, hablo.
-Vale, con permiso- Digo, saliendo de su oficina, cerrando la puerta y pensando en no volver a entrar ahí.
Me siento en mi escritorio, aún con el eco de las palabras del señor Reborn retumbandome en los oídos, recordando la frialdad en sus ojos.
No sabía en qué momento, y ni siquiera recordaba por qué, había podido considerar a ese hombre amable, e incluso encantador. No era amable, no era divertido, no era interesante, y a partir de hoy, me lo recordaría a mí mismo cada vez que fuera necesario.
Sin lugar a dudas, quien fuera la persona que había charlado conmigo acerca de gustos musicales la noche de ayer, había desaparecido, se había esfumado, había sido tragada por el monstruo histérico que se encontraba en esa oficina, listo para gritarme si se me ocurría entrar ahí de nuevo. Me arrepentía de haber pensado tan positivo de él, me arrepentía de haberlo considerado como a otro ser humano capaz de charlar tranquilamente, capaz de tener gustos y alegrías, y sobre todo, me arrepentía de haber pensado que la relación laboral que teníamos, podía trascender a otro nivel, y no me refería a una amistad, sino simplemente a una relación de cordialidad y compañerismo, pero con una persona así de fría, así de amargada y de grosera, era imposible.
No entendía cómo es que mi jefe podía pasar de felicitarme por mi trabajo y mi iniciativa de esforzarme, a gritarme y decirme que no le interesaba en lo más mínimo lo que fuera que tuviera para decirle, ni la idea que tuviera sobre el sistema de archivado, esa idea que el día de ayer le había externado y que para él, era de admirar que yo tuviera mis propias iniciativas.
Por un momento, pienso en renunciar, pienso en dejar de soportar a una persona tan bipolar y tan grosera, pero después recuerdo esos ahorros ya inexistentes, esas deudas que tenía, ese alquiler que tenía que pagar, y recuerdo también lo difícil que había sido encontrar trabajo, aún con todos mis años de experiencia. No podía renunciar, no ahora, no cuando vivía al día, y tampoco podía darle el gusto a mi jefe de irme luego de tan solo tres semanas.
Me decido por simplemente continuar con mi trabajo, a pesar de tener que soportar a una persona tan desagradable, aunque siendo sincero, no era más desagradable que el último jefe que había tenido, y eso me consolaba un poco, pues aunque el señor Reborn fuera grosero y antipático, no era ni remotamente parecido a ese licenciado que por dos meses, me hizo la vida imposible. Con eso en mente, aparto la idea de renunciar, pensando en continuar con este trabajo, pero de una forma diferente, sin dar de más, decido simplemente hacer mi trabajo, ni iniciativas ni mierdas, pues mi jefe no se merecía ni una pizca de esfuerzo de mi parte, no más del necesario, no más del que ya utilizaba para mis funciones de todos los días. Me limitaría a lo meramente necesario, me limitaría a dirigirle la palabra solo para cuestiones laborales, incluso limitaría mis sonrisas, mis saludos, esa amabilidad y cordialidad que yo solía tener, pues aunque fuera mi superior y debía ser respetuoso con él, no se lo merecía, no se había ganado mi respeto, sino todo lo contrario.
Decido dejar de pensar en lo gilipollas que era mi jefe y continúo con mi trabajo, leyendo los reportes que debía corregir, intentando distraerme del enfado que llevaba aún encima.
Luego de diez minutos, consigo concentrarme, mientras la oficina comienza a llenarse poco a poco de gente.

¿Solo mi jefe?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora