Capítulo 41

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Continúo mirando la tele, aunque sin prestarle ni la más mínima atención, pues mi mente se encontraba en otro lado.
El día de hoy al despertar, me había dado cuenta de que no tenía fuerzas para levantarme, no tenía la capacidad de ir a trabajar y enfrentar el día, de ver a mi jefe, de tener que soportarle sus malos tratos, pues seguía bastante afectado por su forma de hablarme ayer, por su forma de insinuar que solamente hacía lo que me pedía, cuando había sexo de por medio.
No había podido sacarme esas palabras suyas de la cabeza, porque en verdad me había hecho sentir mal, en verdad me sentía como objeto de burla, sentía que él en cierta manera me culpaba a mí de lo que había pasado entre ambos, como si me juzgara, cuando realmente había sido él quien había propuesto ese trato tan inapropiado.
La noche que había pasado con él, a pesar de lo mucho que quería negarlo, había significado mucho para mí, y aunque el día de ayer al escuchar las palabras del señor Reborn yo quise hacerme el fuerte, y fingir que no me habían afectado, la mañana de hoy me había resultado imposible, porque era doloroso saber que lo que había pasado entre los dos, era motivo de burla, porque de verdad dolía pensar que él me veía como alguien tan inmoral, alguien que aceptaba ese tipo de tratos con cualquiera, y eso me afectaba, me provocaba pequeñas punzadas en el corazón, pues nunca pensé que precisamente él me pudiera juzgar de esa manera, y mucho menos después de la noche que tuvimos, una que yo podía jurar que también le hizo sentir a él muchas cosas, aunque era evidente que estaba equivocado, pues se le notaba bastante indiferente con todo, bastante distante y frío conmigo.
Quería ser fuerte, quería ir a trabajar y seguir con mi día, tratando a mi jefe como una mierda que es lo que era, pero no tenía fuerzas, porque realmente me sentía herido, mi corazón estaba hecho pedazos, pues aunque el señor Reborn fuera la persona más desagradable y fastidiosa del mundo, lo que me había hecho sentir esa noche no me lo quitaba nadie, y realmente me sorprendía de lo bien que él fingía, pues yo podía jurar que él también había sentido muchas cosas conmigo, pero no era así, pues su trato hacia mí me hacía darme cuenta de la realidad, me hacía darme cuenta de que para él había sido simplemente una noche de placer y ya está, y ahora por alguna razón, se creía con el derecho de tratarme mal.
Era por eso que había decidido no ir a trabajar, sin siquiera avisarle a él nada, y poco me importaba si se molestaba, pero me era imposible llamarle y escuchar su voz, era algo que me desagradaba de sobremanera.
De cualquier forma, él había intentado contactarme durante la mañana de hoy, aunque a la primer llamada que recibí de su parte, yo apagué mi móvil, pues no quería responderle, ni siquiera quería ver su nombre en mi pantalla. Durante esta mañana, cuando me di cuenta de que ir a trabajar me era imposible, consideré incluso renunciar, pensé en simplemente decirle a mi jefe que no iba a volver a la oficina, pero luego lo pensé bien, dándome cuenta de que no podía quedarme sin trabajo ahora mismo, no podía dejar de recibir mi paga al final de mes, porque mis ahorros eran ya inexistentes, y pensar en quedarme sin trabajo por unos meses más me hacía replantearme todo, además, renunciar justo ahora era dejarle ganar al señor Reborn, renunciar era hacerle prácticamente un favor, y si tanto quería dejar de verme, tendría que él despedirme, ya que yo no iba a darle esa satisfacción, aunque fuera tan desagradable y molesto verlo cada día.
Mientras veo la tele en mi sofá, con una manta encima, comienzo a quedarme dormido, sintiéndome demasiado cansado a nivel emocional, pues estaba demasiado triste, porque me sentía avergonzado, y sobre todo, me sentía humillado.

De pronto, el sonido de mi puerta me hace despertar, haciéndome pegar un salto del susto. Me levanto del sofá, y algo extrañado, me dirijo a la puerta de entrada, y al asomar por la mirilla, me sorprendo al ver a mi jefe parado justo afuera.
Me quedo inmóvil, sin saber qué hacer, sin saber qué hacía él aquí, sintiendo molestia al simplemente ver su rostro, pero sintiendo mi corazón latir rápidamente.
Intento no hacer ningún ruido, pues no quería que él se diera cuenta de que yo estaba aquí, y es entonces cuando vuelve a tocar. Nuevamente, me quedo quieto, pensando en que en algún momento se cansaría y se iría, pero no lo hace, pues continúa tocando un par de veces más, hasta que de pronto, escucho su voz.
-Álvarez- Dice de forma firme, tocando la puerta. Yo pongo los ojos en blanco, pues era evidente que no pensaba irse, por lo que decido hablar.
-¿Quién es?- Pregunto, aunque evidentemente sabía la respuesta.
-Álvarez...soy el señor Reborn ¿Qué ha pasado? ¿Estás bien?- Me pregunta. Yo frunzo el ceño ante su pregunta.
-Sí...- Respondo, algo extrañado- ¿Qué hace aquí?- Le pregunto, aún con la puerta cerrada.
-Bueno...no has ido a trabajar y me he...me ha parecido algo extraño así que...quise venir a buscarte- Me responde. Nuevamente, mi corazón se acelera, lo que me hace rabiar, pues odiaba que no entendiera que mi jefe era una persona sumamente desagradable y fastidiosa.- ¿Me puedes...abrir la puerta? Por favor...- Agrega. Yo me asomo por la mirilla de la puerta de nuevo, observando a mi jefe esperando al otro lado, con sus manos en sus bolsillos. El muy imbécil se veía demasiado bien.
-¿Necesita algo?- Le pregunto, ignorando su pregunta.
-Bueno...en primer lugar me gustaría saber qué haces en casa y no en la oficina- Me responde.
-Me sentía algo...algo indispuesto- Respondo sin más, pues evidentemente, no quería contarle la verdadera razón.
-¿Estás enfermo o algo?- Me pregunta.
-Algo así- Respondo, esperando que mi respuesta le fuera suficiente.
-¿Puedo pasar?- Me pregunta de nuevo, con un tono de voz dulce. Yo niego con la cabeza, recordándome a mí mismo lo molesto que él era, la manera en que me había tratado el día de ayer, y armandome de valor, respondo.
-No...y le agradecería que por favor se retirara, quisiera descansar- Digo, de forma fría y demasiado seria. El señor Reborn tarda un par de segundos en responder esta vez.
-He venido a ver si te encontrabas bien...y no me pienso ir hasta verte- Me responde. Mi corazón da un vuelco, mientras siento mis piernas temblar simplemente escuchando su voz, haciéndome sentir débil.
-Le he dicho que estoy bien- Respondo sin más.
-Y si te encuentras bien ¿Por qué no estás trabajando? ¿Y por qué ni siquiera me has avisado de que no irías?- Me pregunta.
-Me he...olvidado, sin más- Respondo, nuevamente con una actitud fría.
-Te has...te has olvidado...- Comienza a decir- Abre la puerta Álvarez, quiero hablar contigo y no pienso hacerlo de esta manera- Agrega. No quería verlo, realmente no quería tener que ver su rostro, no quería mirarlo a los ojos, porque me hacía recordar demasiadas cosas, sin embargo, decirle a la cara que se fuera de mi casa era algo que sí que quería hacer. Dejando salir un pesado suspiro y armandome de valor, abro la puerta, y al hacerlo, su mirada sube a mí, mirada que me debilita al instante, pues a pesar de que me desagradara tanto su persona, las mariposas en mi estómago no podían evitar emocionarse, sin embargo, continúo serio, mirándolo de forma algo hostil. Su mirada me recorre entero, para después, hablar de nuevo- No te ves enfermo- Me comenta. Yo me encojo de hombros.
-Pues lo estoy- Le comento. Él frunce el ceño.
-¿Por qué no me has avisado que no irías a trabajar?- Me pregunta.
-No tengo por qué hacerlo- Respondo sin más.
-Eh...sí, de hecho sí, te recuerdo que soy tu jefe, si no vas a ir a trabajar, soy el primero que debería de saberlo- Me comenta. Yo sonrío de forma sarcástica.
-Bueno, se ha dado cuenta igualmente ¿No?- Le pregunto. Él me mira, evidentemente extrañado ante mi actitud, y en mi cabeza, recuerdo una y otra vez esa forma en que me había sacado de su oficina el día de ayer, esa manera en que me había ofendido con sus palabras, cuestionando mi moral, burlándose de mí -Si eso es todo lo que quería saber, me puede hacer el favor de retirarse- Agrego. Él se muestra visiblemente sorprendido.
-No, eso no era todo...- Comienza a decir, mirándome de forma fría- Tienes una hora para ir a la oficina, porque te veo perfectamente bien, y no te pago para que te quedes en casa sin razón aparente- Me dice. Yo frunzo el ceño ante su respuesta.
-Le he dicho que no me siento bien...- Comienzo a decir, pero me interrumpe.
-Y yo te he dicho que te quiero en la oficina en una hora...no te estoy preguntando- Comienza a decir, mirándome severamente.
Mi enfado incrementa, pues no solo se creía con el derecho de venir a buscarme como si le importara lo que me sucediera, sino que además, venía a darme órdenes de la forma más pedante y maleducada posible. Quería mandarlo a la mierda, quería decirle que no tenía ningún derecho de venir a exigirme nada, pero entonces pienso en que si tanto me necesitaba en la oficina, trabajando para él, pues entonces eso iba a hacer, aunque de la peor manera posible, pues no se merecía mi buen desempeño.
-Vale- Respondo sin más. Él se me queda mirando, pensando en que tal vez le diría otra cosa, y al ver que no lo hago, habla de nuevo.
-Una hora- Me dice, con un tono de voz muy grave, para después, irse por el pasillo, desapareciendo de mi vista.
Yo cierro la puerta, y una vez lo hago, dejo salir un suspiro lleno de frustración, porque odiaba a ese hombre, lo odiaba por lo mucho que me hacía sentir a pesar de tratarme tan mal, odiaba que mi corazón no entendiera que no debía emocionarse con su presencia, porque no podía dejar de latir al tenerlo cerca, al simplemente verlo.
Me dirijo hacia el baño, desvistiendome para tomar una ducha e ir a trabajar tal y como él me había dicho, sin embargo, a partir de ahora todo sería diferente, demasiado, porque no le iba a permitir más groserías, no le iba a permitir que me hablara de la manera en que él quisiera, que me sacara de su oficina cuando se le diera la gana, porque si quería ser borde y desagradable, yo podía serlo aún más.

¿Solo mi jefe?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora