Capítulo 46

540 61 20
                                    

Continúo perdido en el ordenador, gestionando varios asuntos, sintiendo mis ojos arder del cansancio.
Llevaba horas así, trabajando sin parar, algo que hacía siempre que algo me estaba molestando demasiado, siempre que algo me estaba afectado en cierta manera.
Durante el día de hoy, luego de haber besado a mi asistente en mi oficina, yo había intentado hablar con él de nuevo, queriendo dejar las cosas en claro, queriendo saber por qué me rechazaba cuando era evidente que él también estaba sintiendo cosas por mí, a juzgar por su forma de besarme, sin embargo, al hablar acerca de todo eso, Álvarez me volvió a dejar en claro que no estaba interesado en mí, que lo dejara tranquilo, diciéndome también que yo le parecía alguien sumamente falso, nefasto, y que él sabía que todo lo que yo le decía acerca de mis sentimientos hacia él, era simplemente para utilizarlo y para burlarme de él. Esas palabras de verdad me lastimaron, provocaron un dolor en mi pecho que llevaba ya horas y que no se iba con nada. No podía juzgarlo por pensar así de mí, no podía negar que me merecía sus malos tratos, y todo lo que tuviera para decirme, pero igualmente me dolía, me afectaba mucho, porque no sabía cómo hacerle entender que esto no era un juego para mí, que esto no era simplemente un capricho para burlarme de él, pues yo de verdad me encontraba sintiendo muchas cosas por él, de verdad quería estar con él y hacerle entender a base de besos, de caricias, de cuidados y de cariño, que en serio me importaba, pero no encontraba la forma, no sabía cómo convencerlo de que el Reborn fastidioso, desagradable y gilipollas que él había conocido, ya no estaba aquí, y que no iba a volver, porque para empezar, esa versión de mí no existía, yo nunca quise hacerle daño, lo único que había intentado al tratarlo de mala manera, era alejarlo, para así poder estar tranquilos, para así continuar trabajando juntos sin sentir tanta incomodidad, pero evidentemente la había cagado, no una, no dos, sino varias veces, con varios comentarios y malos tratos que sabía que le habían afectado. Así que no, no podía negar que me merecía su desprecio, yo mismo me despreciaba por ser tan imbecil, por no haberme dado cuenta de todo lo que sentía por él desde un inicio, pues ahora estaba todo demasiado jodido, y su confianza ya estaba rota, él ya no confiaba en mí, sin importar qué tan sincero fuera, ni qué tan reales fueran todas las palabras que le dedicara.
Continúo trabajando como puedo, sintiendo aún ese dolor en mi corazón que su mirada y sus palabras tan frías habían provocado, y debido a lo triste que me encontraba, y a lo culpable que me sentía al verlo, no había querido salir de mi oficina, y así mismo, había hablado con él solo un par de veces durante todo el día.
Finalmente se dan las ocho de la noche, sin embargo, no salgo de mi oficina, sino que espero un poco más de tiempo, esperando a que mi asistente se fuera primero, pues no quería verlo, no quería compartir con él un espacio dentro del ascensor, porque era demasiado incómodo, era demasiado intenso, con muchos sentimientos en el aire, sentimientos sin expresar, sentimientos que dolían y que deseaban ser correspondidos, al menos por mi parte.
Una vez pasan diez minutos, decido tomar mis cosas y salir de la oficina, y al hacerlo, veo el escritorio de Álvarez vacío. Recuerdo de pronto la forma en que él solía despedirse de mí cada día, avisándome que ya se iba y preguntándome si necesitaba algo más, de forma servicial y amable, sin embargo, esa rutina suya ya había cambiado, pues evitaba hablarme a toda costa, algo que entendía perfectamente.
Me encamino hacia el ascensor, para después, bajar hasta recepción, dirigiendome al estacionamiento subterráneo, queriendo subir a mi coche y partir a casa, queriendo descansar, aunque mi apartamento ahora era un recordatorio constante de todo lo que había hecho con mi asistente una semana atrás.

Al llegar a casa, lo primero que hago es prepararme algo de cena, lo primero que encuentro, aunque no quisiera realmente comer, pero no quería descuidarme tanto, pues llevaba varios días sin mucho apetito y comiendo muy poco. Una vez termino de cenar, me dirijo a mi habitación, en donde me quito toda la ropa, quedándome solamente en boxers, para después, dejarme caer en la cama, sin embargo, como cada día desde hacía ya una semana, recuerdos de la noche que había pasado aquí con Raúl vienen a mí, y llevaba siendo así ya muchos días, cada noche que me iba a dormir, recordaba los movimientos de mi cama al compás de mi cuerpo y el de Raúl, recordaba la forma en que sus manos habían tomado mis sábanas con fuerza, recordaba todos esos sonidos obscenos que habían llenado estas cuatro paredes, recordaba su forma de besarme, de tomar mi cuerpo y pedirme más, y todos esos recuerdos, me provocaban siempre los mismos escalofríos, igual de intensos, erizando mi piel.
Dejando de lado todo eso que me encendía y me entristecía al mismo tiempo, cierro los ojos, esperando conciliar el sueño pronto.

¿Solo mi jefe?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora