Cuando las manos de KangDae rozaron la zona próxima a sus tobillos, sintió una emoción incontrolable en forma de escalofrío que le recorría el cuerpo...
El entrenador acarició con delicadeza las marcas rosadas, dejando una película de crema sobre ellas y extendiéndola en forma de pequeños círculos sobre cada herida.
Sus piernas eran pequeñas y delgadas, pero estaban bastante más firmes que cuando entró en el gimnasio, podía darse cuenta de ello no sólo al tacto, sino también, simplemente, mirándolas.
Rozó cada marca, ascendiendo lentamente por sus piernas.
MinSuk miró fijamente el cuerpo de su entrenador, sus enormes manos que casi podían cubrirle las piernas y sus fuertes brazos, que hacían temblar a los rivales con sólo exhibirlos.
Su cara tenía una expresión distendida, calmada, casi de paz, pero muy seria, que hacía resaltar aún más las facciones viriles de su rostro. Se fijó en su mandíbula, ligeramente cuadrada, y tan afilada que tendría miedo de cortarse si la acariciaba...
La incipiente barba que siempre parecía tener, lejos de otorgarle un aspecto descuidado, le daba un aire varonil y masculino, sutilmente sensual, y rodeaba su boca, creando el perfecto escenario para recibir un beso.
Sin darse cuenta, el cuerpo de MinSuk reaccionó. Su cansancio parecía haberse esfumado. Sus labios se entreabrieron y se le dilataron las pupilas.
Hizo una tenue aspiración cuando la mano del entrenador rozó su piel ligeramente más arriba de las rodillas, y, de manera inconsciente, como esperando el preludio de algo mucho más intenso, contuvo el aire en sus pulmones.
Obnubilado en la perfección de sus piernas, KangDae continuó acariciando y masajeando la zona, repitiendo el mismo patrón de movimiento, como si lo encontrase plácidamente relajante.
Acariciaba cada marca como si fuesen besos de fuego impresos en su inmaculada piel, imaginándose el placer de ser él quien dibujara esas señales por todo su cuerpo, como si de un reclamo de propiedad se tratase.
Su mente estaba vacía, no había nada más en ella que la calidez de las piernas de su joven alumno y la sensualidad que envolvía la atmósfera.
Pero, tras unos instantes, como si despertara de su ensimismamiento, recobró la conciencia de donde estaba.
—¡Ya está! —dijo dándole una fuerte palmada en la pierna.
—¿Ya? —dijo MinSuk, pero no como pregunta, sino como una súplica silenciosa anhelando por algo más de contacto.
—Vamos, vete a casa. Tengo... Tengo que recoger mis cosas e irme. ¡Márchate! —le ordenó.
—Sí, señor...
El boxeador corrió escaleras arriba, para ocultarse en su oficina.
"¿Pero qué me pasa?", se dijo a sí mismo. "¿Qué le ocurre a mi cuerpo? ¿Estaré mal? ¿Estaré enfermo? Esto no es normal... Tanto tiempo sin hacerlo... Sin contacto físico y sin nadie, me está pasando factura...".
Se había excitado. Su corazón latía con fuerza y pensamientos de lo más seductores asaltaban su mente, amenazando con perturbar su férreo código de disciplina deportiva en el que no existía nada más que sus competiciones.
"Tiene unas piernas hermosas...", se dijo por un momento. "¡Pero no! No puedo pensar en eso. ¡Y menos con mi alumno! ¿Qué clase de entrenador soy? Además, ¡no tengo tiempo para eso, ni puedo desperdiciar energía! ¡Tengo que entrenar! ¡Sí! ¡Entrenar!".
En cuanto el joven puso un pie fuera del gimnasio, KangDae cerró el establecimiento con llave, se marchó a los vestuarios, y tomó una ducha gélida que apagó cualquier atisbo de deseo que en él se pudiera permanecer.
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Los chicos del boxing [+18]
Romance¡Éste dura una semana!, pensó mientras urdía su plan para torturarlo. Un rico empresario, principal patrocinador del gimnasio donde trabaja, le pide a uno de los campeones coreanos de boxeo internacional, que entrene a su hijo. "¿Entrenarlo? ¡Cómo s...